Clamor editorial: economía y control del conurbano

Hipótesis de conflicto, comandos, caos, y la idea de bloquear los barrios pobres. Un lenguaje bélico se instaló velozmente en las líneas editoriales de Clarín y La Nación respecto del momento de expansión del coronavirus al conurbano, parte de una estrategia editorial que da por seguro que la recesión económica por la cuarentena traerá consecuencias peores que la pandemia. Sintetiza Morales Solá: el Estado es necesario, sí, pero que nadie se atreva a tocar al “mercado”.

Hugo Muleiro en La 99.3 el 30 de marzo de 2020

Hasta el domingo 29 de marzo, ninguno de los columnistas que se aboca a las responsabilidades individuales y compartidas, a la conducta o inconducta social, a dictámenes sobre aprovechadores y oportunistas políticos (los de la letra K son los únicos acusados), recordó poner siquiera en examen la despiadada decisión del grupo Techint de despedir trabajadores.

En medio de la crisis mundial, asoma en varios párrafos el tema de la deuda, con un consejo amistoso al ministro Guzmán: no es momento de una definición de largo plazo, de pedir quitas de capital y baja de interés, sino solo de un arreglito transitorio. Es una confesión a regañadientes de que también los tenedores de bonos y hasta los fondos buitre están impedidos de exigir condiciones que les satisfagan plenamente.

La mención reiterada de los peligros incalculables en el conurbano se asienta en condiciones que nadie puede discutir, por la pobreza extrema, la imposibilidad del trabajo informal y las dificultades específicas para el despliegue del servicio de salud. Para varios columnistas es como oro en bandeja: permite un desplazamiento de la marca de clase de esta pandemia, para sacar del foco a los sectores medios, que son la clientela que más sostén dan al sistema mediático. También un desplazamiento geográfico, en lo que las menciones más insistentes y machacosas recaen sobre La Matanza, territorio peronista por excelencia, que el macrismo no logró desmembrar.

González abrió el juego el martes en Clarín, cuando define al conurbano como “nuestro Wuhan”, la ciudad china donde se conoció el primer enfermo y donde la epidemia fue controlado por un descomunal control y bloqueo a la población.

La nota más cruda para este enfoque la publicó Pagni, el jueves en La Nación: habló de un supuesto intendente (que pidió no ser identificado, dice) que sostuvo que “la única receta es aislar al barrio completo”. El redactor llama a esto “confesión de una crudeza escandalosa”.

Prescripta quedó esta “receta”, pero no volvió a ser usada en términos tan atroces, aunque sí su matriz clasista e ideológica, por ejemplo por Bonelli el viernes en Clarín. En los barrios del conurbano es “difícil combatir la pandemia con cuarentena”, avisa, “pero la gran inquietud es otra: ¿cómo contener su reacción social si la comida no fluye?” El adversativo “pero” tiene una función letal, porque desnuda al redactor y a sus mandantes: la “gran inquietud” es el control social, no salvar vidas de los pobres.

Fue intenso el despliegue editorial del viernes con esta orientación: En Clarín Ortelli menta “hipótesis de conflicto” en el área metropolitana que la ministra Frederic, dice, llevó a Alberto Fernández, con la “necesidad” de reforzar controles. “Diez puestos de comando”, menciona Gambini, el mismo día y en el mismo diario, con 200 “policías de élite” ya desplegados -asegura- por Berni, para atender un “desborde social”.

También el viernes, La Nación puso en espacio preponderante al conductor Jonatan Viale y una reivindicación de las fuerzas de seguridad, mientras Dapelo la ubica a la ministra Frederic enviando gendarmes a La Matanza. “Hasta el momento no hubo desbordes ni intentos de saqueos”, desliza. El tema fue tratado también por Infobae, el sábado, en una nota en la que también son mencionadas Rosario y Córdoba como posibles focos de preocupación.

Y entre otros, empuja el mismo carro Van der Kooy, en Clarín del domingo, incluso en un título que no logra, después, sostener: “La hora de la mano dura”.

Queda de alguna manera como consuelo que estos medios no volvieron a insistir en la maniobra de instalar la idea del estado de sitio, que probaron con insistencia hasta hace una semana, sirviéndose también de la acción coordinada en “redes sociales”, donde un “clamor ciudadano” de “los tanques a la calle”, no alcanzó audiencia suficiente.

Pero “es la economía, estúpido”, dirían los asesores de campaña de Clinton. “Peor el remedio que la enfermedad” es un dicho popular convertido en latiguillo político por muchos escribas, en días sucesivos, uno detrás de otro, como patitos en fila.

Pagni es otra vez estrella en estos lances. “¿Cuál es el momento en el que el remedio comienza a tener más costos sociales que la enfermedad?”, tipeó el jueves. Bonelli replicó el viernes, escondiéndose en “influyentes voces” según las cuales la estrategia de la cuarentena “al final causará más daño que beneficios”. Replicó también Berenzstein, en La Nación, cuando escribió que “es muy probable que detrás del aparente negacionismo de personajes más que controversiales, como Trump, Bolsonaro y López Obrador”, pesen “consideraciones” sobre el daño económico.

Copió y pegó Di Marco, el viernes en La Nación: “¿será el remedio peor que la enfermedad?”

La política de frenar drásticamente la pandemia, dijo Olivera el sábado en ese diario, es “un esfuerzo cuyo éxito por ahora nadie está en condiciones de pronosticar: lo único que si está garantizado es una profunda y extensa depresión económica”.

“El virus no merece que el planeta esté en un estado de parate total”, coreó Infobae el sábado, y Perfil el domingo: “Alerta: pandemia laboral”.

Y, ya el domingo, Morales Solá da el panorama mundial adverso que se conoce, para hablar de la peor recesión desde la Segunda Guerra. Pide salvar a las empresas, porque “crean riqueza”, y ojito con los “pícaros” que quieren que “el Estado desplace al capitalismo”. Allí nos concede que el Estado es necesario y que tiene que surgir “un nuevo equilibrio”, en que “mercado” y Estado trabajen para la reconstrucción. Eso sí, vendrá “un mundo más austero”.

MI AMIGO EL ACREEDOR. Los diarios no se olvidan de los acreedores: la crisis financiera mundial les resta a los bonistas margen para exprimir aún más a los países endeudados. No es bueno el momento para ningún gobierno, pero tampoco para ellos. Bonelli acusa a Guzmán de empecinarse en “hacer una propuesta agresiva, que va rumbo al rechazo”. Ante semejante tozudez, agrega que el Presidente consultó a “economistas profesionales” que le dieron un consejo de amigo: demorar todo, no gestionar ahora bajas de capital e intereses. El domingo, Clarín recurre a Redrado para la propuesta de “parar la pelota”, mientras otra “especialista” pide a Guzmán “flexibilizar” su postura. Es que, dice de lo más resuelta, el contexto no favorece a los bonistas.

MALDITOS COMUNISTAS. Clarín, La Nación e Infobae se las arreglaron para retroceder otra vez 60 años e instalarse en dinámicas y discursos de la Guerra Fría. Llenos de ira, descalifican al sistema de salud cubano y, claro, hablan de negociados por la eventual ayuda sanitaria cubana, con personas que no son médicos sino apenas enfermeros semi-especializados (Lejtman, Infobae), o son directamente patrulleros que vigilan casa por casa (Lozano, La Nación), o espías (Infobae, Schamis).

REIR (O LLORAR). En Clarín, González publicó el lunes una descomunal provocación: “El peronismo prueba otra vez con los militares en las calles”. Frecuente en él, repasa la historia inmediata con inigualable ligereza, en un intento malogrado por justificar el título, que termina como un acto pendenciero sin mayor repercusión.

El martes, Abascal, en el mismo diario, elogia la “mesura” del Presidente solo para generar un contraste con Cristina Kirchner. Pero como Cristina Kirchner no habla, al “periodista” se le ocurre imaginar lo que diría, y así criticarla. Van der Kooy copió después la fórmula, pero en TN, señalando lo horripilante que habría sido en boca de la Vicepresidenta algo que estuvo perfectamente dicho por el Presidente.

Hay otras ocurrencias bastante risibles. El jueves, Kirschbaum en Clarín escribe sobre el plano internacional y llega a la decisión de Trump de emitir: “puso en marcha la máquina de hacer billetes verdes, que es más poderosa que la que compró Boudou y su banda”. Kirschbaum es el jefe de redacción del diario.

El sábado, Roa critica al Presidente por llamar “idiota” a quien estuvo huyendo de la cuarentena con tablas de surf en su camioneta. ¿De qué se acordó el redactor? De Cristina, obvio, cuando hace ocho años criticó a quien había presentado un amparo por la restricción a la compra de dólares. Por si nadie se acuerda, agregó el enlace a la nota de hace ocho años.

En cambio, no da nada de risa una nota de Ignacio Zuleta, el domingo en Clarín, cuando dice creer que la pandemia que se cobra vidas todos los días le dan una gran oportunidad política al Gobierno y, para “demostrarlo”, cita beneficios de la cuarentena, como que bajaron los delitos contra la propiedad privada, una obviedad arrasadora. Lo peor viene después, cuando una supuesta fuente le dice que con el confinamiento hay una drástica reducción de accidentes de tránsito, de modo que se están salvando más vidas que las que se pierden por la pandemia. Ahí está la “ganancia”. Como se ve, un enfoque humanista, propio del “periodismo independiente” argentino.

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