De periodismo sicario y responsabilidades

Revista Hamartia entrevistó a la periodista y escritora, Sandra Russo, quien habló de su nuevo libro, “Veintidós cuentos ligeros y cortos”, que ya va por la segunda edición. Además conversó de su actualidad como periodista y sobre lo que dejó su paso por 678.

Texto:
Fotografia: Lourdes López


Sandra Russo nos recibe en un PH de Palermo donde dicta talleres de escritura breve. Nos ofrece algo de tomar porque el calor es agobiante. Cerró el 2017 con la presentación de su nuevo libro “Veintidós cuentos ligeros y cortos” que ya va por la segunda edición. Sábado por medio escribe la contratapa de Página/12, y aunque en el imaginario colectivo se la asocia con 678, su trayectoria supera ampliamente su paso por la televisión. Un ícono del periodismo gráfico que resiste con tenacidad y creatividad esta oleada política de persecución y censura hacia el periodismo crítico. Una profesional que se reinventa a sí misma, porque tiene con qué.

Lo primero que vamos a hacer es hablar de tu libro. Estuve leyendo el prólogo y decís que la narrativa es como una puerta que abriste en algún momento pero que no profundizaste, que cerraste y dejaste

Y sí, cuando era chica quería ser escritora, no periodista

¿Y qué fue lo que te llevó al periodismo?

Bueno, primero quería ser socióloga, cuando terminé el secundario. Pero en ese momento ya escribía. Era la que hacía los discursos y comunicados de los compañeros. Ser escritor es como una cosa medio de fantasía para un pibe. A mí no me parecía que uno podía proponerse ser escritor y de hecho no es algo que uno pueda proponerse. Te va saliendo con la vida pero no es que uno decida “bueno, yo voy a ser escritor”. No estaba contemplado como posibilidad. Y empecé de muy a chica a trabajar en revistas contraculturales. El periodismo sucedió medio espontáneamente. No es que yo quisiera ser periodista porque el periodismo cuando yo era pendeja era una porquería igual que ahora. A nadie se lo podía ocurrir ser periodista en la dictadura. No tengo idea qué podrán estar pensando los pibes que hacen comunicación ahora, con los modelos que hay de periodismo. Igual hay algo diferente o un poco más atractivo que cuando yo era chica.

Entonces me comentabas de la narrativa y que al principio querías ser escritora, entonces hay como un círculo porque empezaste y ahora estás medio volviendo

Bueno, ahora vuelvo  al ensayo pero, claro, yo tengo 40 años de periodismo prácticamente desde que terminé el secundario. La constante en mi carrera fue la gráfica. Hice mucha televisión y mucha radio pero en comparación con  lo que hice en gráfica fueron pequeños momentos. La constante siempre fue la escritura y -dentro del periodismo gráfico- siempre hice análisis o crónicas, no periodismo de investigación. Para hacer periodismo de investigación no necesitás escribir bien. Para hacer crónicas o análisis sí. Donde más me siento colocada profesionalmente es en periodismo gráfico  y dentro de eso el análisis o la crónica.

Te sentís más identificada con eso pero ahora por alguna razón estás volviendo a lo narrativo. ¿Se debe al cierre mediático?

Bueno, hace dos años que estoy censurada con lo cual no puedo trabajar en ningún medio profesionalmente como trabajé toda mi vida.

Estas volviendo al punto de partida, digamos

Eso desde luego. Lo hice durante todo el primer año. Colaboré gratis en varias revistas pero después dije bueno no, ya está. Porque eso ya lo hice cuando era chica. Lo de los libros se fue dando. En realidad hace muchos años que escribo libros, pero eran libros más vinculados a lo que estaba haciendo en periodismo.

Claro. Como el de Cristina

Primero fueron recopilaciones de contratapas como las que hacía para Página12 o Arquetipos. Eso era un registro más liviano, más ligero. En este último libro “Veintidós cuentos cortos y ligeros” intenté volver a esa idea de lo ligero. Es un poco una trampita, porque hay algunos que son ligeros y hay otros que no son nada ligeros y vale la palabra porque los escribí rápido.

Y es inevitable el sustrato de la dictadura y de los años oscuros como telón de fondo

No, inevitable no es. Es una elección. Lo que pasa es que yo quería contar historias basadas en algunos núcleos biográficos míos, pero no cosas que me pasaron sino a partir  de algunas situaciones. Yo quería hacer mi libro con mujeres de diferentes edades. Entonces lo que tomé de biográfico fueron todas las casas en las que viví, que están todas en el libro, con situaciones todas cambiadas y alteradas. Yo fui joven en la dictadura, con lo cual tenía que ubicar una situación de juventud de lo que yo supiera. Porque no me voy a poner a escribir un cuento sobre jóvenes de ahora, porque no soy joven. No sé qué les pasa. Yo escribo sobre cosas que sé, que experimenté, que es lo que hacen todos los escritores. Uno no puede escribir sobre la vida ajena sin tener idea de nada. Si me pongo a escribir sobre ese tipo de cosas la localización es fundamental. Porque vos decís un año y aunque no hable sobre la dictadura ya toda la historia está bañada por lo que uno recuerda de ese año. Todo el mundo mayor de 40 años sabe que el 77 fue el 77. Entonces no estoy hablando del 64 ni del 82. El libro va por la segunda edición. El libro para mí es una salida a este momento porque es una salida anímica además. Del kirchnerismo o poskirchnerismo de sólo pensarlo bostezo. No quiero más pensar en eso. Estoy harta (risas). No de la política. Pero no voy a escribir un libro del kirchnerismo ni en pedo. No tengo más nada que decir. Me la pasé los últimos 8 años hablando de eso. Y tenía ganas justamente de oxigenarme y de pensar en otra cosa y creo que a los lectores les está pasando eso. Se enganchan porque son historias políticas. Tienen un sustrato político. Pero no son historias en las que lo político sean secuestros o asesinatos. No es el centro. Además me gustaría decir también que es un homenaje a Salinger porque después de que le puse el título me di cuenta de que se llama veintidós cuentos y el primer libro que a mí me deslumbró y dije “yo quiero escribir como este tipo” fueron los Nueve cuentos de Salinger. También lo que él hace es poner a la guerra como sustrato que, en su caso, fue la guerra de Corea.

Decís que es una salida anímica. Teniendo en cuenta la censura que hay hoy y tal como hacen Cintia García u Horacio Verbitsky que salieron por el lado de usar las redes sociales como un medio alternativo ¿No se te ocurrió ir por ese lado?

Sí. Están preparando mi página web y en marzo vuelvo con el programa de radio “Dejámelo pensar” con suscripción on line. Se me ocurrió pero no fue a lo primero que salí disparada. Durante estos dos años le di mucha bola a los talleres de escritura y los venía haciendo ya hace mucho tiempo entonces preferí dedicarme más a eso.

Y ahora quizás dictes un seminario en la UBA ¿no?

Sí. Es probable. No está confirmado pero quizás a partir de marzo dé  un seminario en comunicación en la UBA. También sobre escritura, sobre cómo avanzar hacia la firma propia, es decir, periodismo de autor -que cada vez hay menos- cómo tener una forma reconocible, de dónde sacar las ideas, cómo tener una escritura sólida para transmitir sobre lo que querés, etc.

Decís que estás harta de hablar de kirchnerismo ¿Sentís que tu paso por 678 te dejó muy pegada a la identidad del kirchnerismo?

No. La identidad del kirchnerismo la tengo porque yo soy kirchnerista. A lo que me dejó muy pegada 678 fue a un formato que no era el formato que yo hubiese elegido si hubiese podido elegir. Fueron 7 años. Un tiempo me lo pude bancar. Después ya cada vez se me fue haciendo más pesado porque era un formato muy limitante. Muchas veces estábamos de figuras decorativas. Porque tampoco era un grupo. No era una básica. Era un grupo de gente a la que le pagaba una productora privada para hacer un programa de televisión. Con algunos tenía afinidad y con otros no. Mucha exposición. 678 a mí me impidió disfrutar del kirchnerismo.

¿Por qué?

Porque me escupían por la calle.

O sea, la pasabas mal antes y ahora

Ahora la estoy pasando mal por el tema laboral. Pero en la calle ahora estoy mucho más tranquila que durante el kirchnerismo porque los que me odian ya se olvidaron de mi cara porque hace dos años que no aparezco en ninguna parte. No subo ninguna foto mía. Yo soy muy perfil bajo. Toda mi vida lo fui. Detesto la figuración. Detesto ser famosa y que me reconozcan por la calle. Es algo que me pone muy fóbica y la verdad que lo del 678 lo hice dos meses y me fui porque no me gustaba hacerlo y volví porque me pidieron. Volví militantemente, digamos.

Claro. Evidentemente algo quedó en la gente porque el día de la plaza del 9 de diciembre cantabábamos ¡678! ¿Por qué pensás que la gente lo hizo?

Porque éramos los únicos que decíamos lo que pasaba. Porque era una identidad política. 678 es un hito del periodismo argentino. De eso no me cabe duda. Se estudia en universidades de comunicación de otros lugares. Pero laburé mucho en medios de esos. En El expreso imaginario, en Humor registrado, en Página 12. Todos muy míticos. No es tanto con 678. El tema es la televisión, tu imagen. Estar todo el tiempo con el tema del maquillaje y que si habló uno después tenías un minuto para decir algo y pasaba ese minuto y sino tenías ese animal televisivo adentro no volvías a hablar. Yo no lo tengo adentro. Si está hablando un compañero yo lo respeto. No pido hablar cinco veces. Cuando sos un animal televisivo la televisión te hace ser poco solidario. Te hace querer que tu palabra prevalezca sobre los demás o destacarte. Y después me quedaba insatisfecha porque lo que había dicho no era lo más piola que podía decir y era el único momento en el que tenía la palabra. No, no extraño nada de eso.

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