Irán de la discordia

(Luis Rivas. Sputnik) Donald Trump no podía dejar partir a Emmanuel Macron con varios «niet» bajo el brazo». Washington prefiere dejar en el aire sus decisiones sobre los diferendos que mantienen con sus aliados europeos y, en especial, sobre Irán, para tomar una decisión cuando el efecto de la diplomacia de las palmadas y besos con París se diluya al paso de los días.

El propio presidente francés lo había dejado claro antes de que los periodistas empezaran a hablar de un viaje sin resultados palpables. «No podré convencer a Donald Trump, pero por lo menos, escucharemos los argumentos de cada uno». Para los diplomáticos de Francia, el mensaje era más «diplomático»: «No hay objetivos concretos en este tipo de reuniones solemnes. Solo el ceremonial constituye ya una declaración de amistad».

Pretender hacer cambiar de idea a Trump era para la parte francesa una pretensión osada. En esta primera visita de Estado que el presidente norteamericano organiza, Irán se invitó como protagonista. Y, como era de esperar, los besos, abrazos y caricias intercambiadas entre los dos líderes ayudaron solo a ocultar las diferencias que les separan sobre el acuerdo nuclear firmado en 2015 por Teherán, los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU y Alemania.

De Trump nadie puede esperar un lenguaje políticamente correcto ni andarse por las ramas, y así lo demostró delante de su invitado, calificando varias veces de forma muy negativa el llamado Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC), firmado por su antecesor, Barack Obama.

Pero después de escuchar a Macron en su insistencia en mantener el pacto y en el plan de retoques que propone el mandatario francés, Trump prefirió no zanjar definitivamente el caso y dejar en el aire hasta el 12 de mayo su decisión sobre el abandono del PAIC. Es esa fecha el límite que se ha propuesto para decidir sobre el caso.

El acuerdo firmado por Irán, Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Alemania, China y Rusia, estipula que Teherán suspende el enriquecimiento de uranio y la fabricación de plutonio hasta 2025. En contrapartida, la ONU y Estados Unidos levantan las sanciones comerciales que pesaban sobre Teherán.

El ‘plan B’ de Macron para Irán

Para evitar que ese «horrible plan», según Trump, sea cancelado por Washington, París sugiere que se amplíe más allá de 2025 el plazo demandado a Irán para no crear su arsenal militar, anulando las cláusulas que el acuerdo recoge y que permitiría al gobierno iraní volver a «nuclearizarse» una vez pasada esa fecha tope. Además, Macron ofrece a Trump controlar el desarrollo balístico de Irán, es decir, la utilización de misiles de corto y medio alcance. En el apartado regional, París habla de «contener» la influencia iraní, en concreto, se refiere a Siria, Irak, Yemen y Líbano.

Es el este último punto donde las supuestas contradicciones de la política exterior de Trump se hacen más evidentes para sus interlocutores. El presidente norteamericano prometió en su campaña electoral retirar sus tropas de Oriente Medio y lo viene repitiendo desde su victoria en las urnas. Al mismo tiempo, en sus conversaciones con Macron señala que le gustaría repatriar a sus soldados de Siria, pero no puede aceptar que Irán obtenga una salida al Mediterráneo.

Emmanuel Macron sabe muy bien que desde Teherán no se aceptaría tocar una coma del PAIC y que su pretensión de «contener» la influencia de Irán en la región será difícil de aceptar por la república islámica, incluso si esa idea es incluida en un eventual acuerdo político global para Siria que incluya el «nihil obstat» no solo de Rusia, sino también de Turquía.

Pero si Trump no podía dejar a su «amigo» abandonar Estados Unidos como un fracasado, tampoco Macron podía intentar salvar sus postulados, que son los mismos, en el caso de la capacidad nuclear iraní, que los defendidos por sus aliados de la Unión Europea.

Emmanuel Macron se ha autoerigido como el nuevo líder de Europa, o de una parte de la comunidad europea, ante la debilidad interna de Angela Merkel y la pérdida de influencia de Londres tras el Brexit. Muchos gobiernos europeos ven bien esa iniciativa francesa por comodidad, por debilidad o por incapacidad. Y a los Estados Unidos de Donald Trump esa situación le conviene.

Trump y Merkel son incompatibles ideológica, cultural, comercial y personalmente. Theresa May no cuenta para Trump, a la que ha humillado en sus tuits y considera, con razón, sin poder político en su país. Solo Emmanuel Macron ofrece de momento a Trump la posibilidad de contar en el escenario internacional, más allá que como el espantajo humano y político que otros países le consideran.

Macron fue recibido con todos los honores como respuesta a la estancia del matrimonio Trump en París. Pero, además, el dirigente francés venía con el carné de puntos relleno tras su intervención como socio o, quizá mejor, como «junior partner» en el ataque de Estados Unidos sobre las supuestas instalaciones de producción de armamento químico en Siria.

La diplomacia francesa no dudó en recurrir también a los misiles para reafirmarse como potencia activa en la región, sabiendo que la repercusión de su ataque en la opinión pública árabe no sería muy negativa. Especialmente ahora que la solidaridad árabe está en entredicho y que Irán es identificado como el peligro número uno, no solo por Washington e Israel, sino también por Arabia Saudí y sus aliados suníes en la zona.

¿Un Oriente Medio sin Estados Unidos?

Emmanuel Macron no es tan ingenuo como para creer que ha convencido a Trump en los asuntos que les separan, desde Irán, al acuerdo de protección del medio ambiente firmado en París o la liberación del comercio internacional. Pero alguien debe intentar actuar como contrapeso a la visión de una nueva Administración norteamericana que, pese a querer abandonar el escenario internacional como protagonista, sigue siendo una potencia ineludible y necesita aliados como Francia para combatir el terrorismo islamista.

Al mismo tiempo, Francia y sus socios europeos trabajan ya en un futuro de acuerdos políticos y comerciales que excluyan al autoexcluido Trump. Un futuro posible, pero cargado de dificultades. Y valga un solo ejemplo para comprenderlo. El acuerdo con Teherán abría el mundo a los intercambios comerciales con Irán. Pero los bancos europeos no se atreven a trabajar en ese país, ante el temor de caer bajo las sanciones que ya aplicó el departamento del Tesoro norteamericano en el pasado. Trump quiere dejar el escenario, pero dejando plantada de minas la platea.

 

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