¿Vos y cuántos más?

Carlos Resio.

En mi columna del miércoles 31 de agosto en la que refería a la frase de López Murphy, “Nosotros o ellos”, me preguntaba qué distancia había entre el dicho y el hecho. Al día siguiente se produjo el intento de asesinar a Cristina Fernández. Fueron 37 horas de distancia.

El abogado Juan Manuel Ubeira había señalado el domingo anterior en el programa Caníbales, de C5N, que tenía temor por la vida de la vicepresidenta a razón del ambiente de odio, contra ella en especial pero también contra el kirchnerismo y el gobierno en general, que se había intensificado a partir del show del fiscal Luciani en su alegato por el juicio por el caso vialidad y que fue transmitido en sus 9 capítulos en vivo por los portales de los medios afines al poder fáctico.

Carlos Resio en La 99.3 el 7 de septiembre de 2022

Las manifestaciones de afecto y la reacción de militantes y simpatizantes ante el encierro con el que Larreta impedía el contacto de los manifestantes con Cristina impulsó a que se trasladaran los actos de distintos lugares de la Capital Federal a la esquina del domicilio de Cristina y luego de removidas las vallas superando el intento de la policía por mantenerlas hizo que el acercamiento entre la multitud y la lideresa del espacio fuera casi íntimo y su cuerpo quedara expuesto y a la mano o la bala de casi cualquiera.

Este cóctel se me hizo tan obvio como preocupante. Sin ser un experto en dispositivos de protección de personas en la vía pública,ni mucho menos,  su ausencia quedó en absoluta evidencia en el mismo momento de producido el ataque que no existía ningún plan. Una vez intentado el magnicidio, el atacante fue reducido por militantes atentos que, sin agresiones a pesar de la gravedad del hecho, retuvieron al tirador y preservaron el arma hasta que llegaran los custodios que estaban a un año luz de la escena y arribaron al lugar de los hechos después de una larga corrida que los dejó casi sin aliento por la distancia y el esfuerzo. Ninguna explicación del responsable de la seguridad de la vicepresidenta tiene chance de merecer siquiera ser escuchada.

Esta evidente chambonada gubernamental no es más que la frutilla del postre de una ristra de fallas, errores y omisiones que los gobiernos desde 1983 hasta acá han cometido en la construcción de una sociedad con fuertes valores democráticos y de convivencia. ¿Cómo es posible que habiendo recuperado la democracia con un Nunca Más en 1984 hoy una parte de la sociedad este dudando acerca de su conveniencia? Cuando un periodista estrella de un medio hegemónico o de barrio afirma que no cree que los desaparecidos hayan sido 30.000 es porque hoy pueden hacerlo. Los objetivos de este tipo de accionar son los mismos que tenían quienes impulsaron el golpe de 1976 y todos los golpes de estado en Argentina y creo que ya estamos bastante crecidos como para que nos sorprenda y pongamos cara de compungidos.

El mundo sufre circunstancias similares sin importar el grado de desarrollo del país de que se trate. El capitalismo, que es violento y criminal, usa las herramientas que se le ponen a mano por sostenerse y profundizar su hegemonía. Teorías acerca de su caída hay suficientes y acaso hay algunos indicios, pero en el término de nuestras vidas, que es donde podemos hacer algo, no pareciera que fuera a suceder. Aunque, uno nunca sabe. Entonces, ¿que hicimos para comprender y anticiparnos a lo que sucedería a partir del fin de las asonadas militares?; ¿es que no lo pudimos ver  lo que la historia nos muestra? ¿Nadie leyó lo que tanto y tantas advirtieron en publicaciones, obras de arte y definiciones políticas? Pareciera que una vez llegados a los gobiernos, los espacios populares dejan en un segundo plano este aspecto no habiendo logrado lo suficiente. Quizá pensando erróneamente que quienes ordenaron masacrar a una generación entera no usarían métodos más eficientes y duraderos una vez bajada la espuma de la primavera democrática.

Nuestro sistema político ha llegado a este punto no solo por el embate de la derecha antidemocrática sino también llevado por factores internos y externos que en distintos momentos han tenido mayor o menor incidencia. Pero es la sociedad misma la que debería tomar conciencia y comprender que sin un acuerdo verdaderamente democrático donde las actitudes, conceptos y valores que la menoscaban no deben ser admitidos vengan desde el espacio que vengan. Esta valoración básica debería ser buscada de manera urgente para que, como también dije en mi anterior columna, quienes emiten mensajes disolventes y de odio sean visto sólo como fenómenos de circo que solo deberían servir como ejemplo de lo que no queremos.

La democracia no debe ser un sistema que cobije solo a una idea de país sino que debe ser el ámbito en que las distintas ideas puedan confrontarse, reelaborarse y, aunque posiblemente más lento que en un experimento revolucionario, permita una mejora continua en la vida de los argentinos.

¿Cómo fortalecer la valoración democrática? Entre los resortes que el estado controla, el sistema educativo debe volver a tener como principal responsable al gobierno nacional y ser integrado a un proyecto de país inclusivo y contenedor donde se formen ciudadanos antes que fuerza laboral y patrones. No es posible que amplios sectores del sistema educativo sigan en manos de intereses antipopulares o confesionales cuyo objetivo no es el interés general sino el de su propia congregación y los criterios y valores que se imparten muchas veces dependen de la discrecionalidad de sus directivos y docentes que soslayan políticas y directivas. Las universidades siguen formando mentes y voluntades de dudoso sentido de pertenencia comunitaria y con escasa conciencia nacional. Luego, ¿por qué nos vamos a sorprender que un periodista que dice que los kirchneristas son una raza inferior que habría que eliminar goce de un alto nivel de audiencia en su programa y que tal mensaje penetre sin filtro en la cabeza de los televidentes in el más mínimo reparo? Como ejemplo, La semana pasada se mencionó en este programa al discurso antidemocrático y falaz que una profesora de ética de una escuela pública posadeña impartía a sus alumnos. Y no debe ser el único caso

También incide en este clima la sensación de decepción y desamparo que quienes apostaron por este gobierno ven postergadas sus ilusiones y tienen que soportar que, al tiempo que les son quitados los subsidios en sus consumo de energía y sus salarios ven alejarse su capacidad de consumo, el súper ministro rodeado de funcionarios más cambiemitas que populares anuncie que se le concede una mejora cambiaria a quienes viene ganando dinero por las mismas causas que las clases populares lo pierden. Nuestro gobierno no cumple con las expectativas con que lo llevamos al poder y no se lo estamos reclamando suficientemente. Siempre con el temor de hacerle el juego a una derecha antidemocrática que se hace fuerte de igual manera avanzando sobre el descontento de una buena parte de la sociedad.

No creo que haya que haya que apuntar al votante de Cambiemos como un compatriota irrecuperable al que tenemos que combatir, no olvidemos que CFK ganó en 2011 con el 54% de los votos. El campo nacional y popular debe trabajar firmemente en consolidar el sistema democrático profundizándolo con las herramientas que le da la ley y apoyados en el pueblo. Y para eso no hay que esperar que quienes no quieren un sistema inclusivo que contenga a las grandes mayorías se avengan a consensuar. Es necesario volver a ganar para la democracia a las mayorías populares pero también a las clases medias, en muchos casos quizás hoy alienadas, al empresariado nacional para que se sienta comprometido y motivado, al productor agropecuario para que vuelva a ser parte de protagonista de un sistema diversificado que vuelva a poblar el campo con familias chacareras, recuperar el sistema financiero y el comercio exterior, elevar a la cúspide el concepto de soberanía nacional y popular, reencausar el sistema político al servicio de las ideas y de los pueblos y ser capaces de recrear un destino común que ponga en evidencia que quienes quieren un país chiquito en el que la mitad de su población sobra, son una minoría irrelevante y que no es aceptable que sean ellos los que impongan las reglas. El trabajo es arduo y difícil pero así fueron las mejores gestas de los pueblos de nuestra patria grande y no veo que nuestro actual gobierno esté dispuesto a emprenderlo.

Es momento de dejar de mirar a quienes no quieren más que consolidar sus intereses personales y los de sus mandantes del poder fáctico y extranjerizante y exigir a quienes nos representan para que cumplan nuestro mandato. Cuando dijimos volver mejores no era esto, la resistencia agrega el frente interno. Más que nunca, el poder popular debería tomar lo sucedido el angustioso 1 de septiembre como una nueva oportunidad para enfrentar al desánimo y la desesperanza en el camino a la victoria en paz y democracia.

Carlos Resio

Para analizar, reflexionar y debatir el ideario del Manifiesto Argentino, Carlos Resio, integrante de la Mesa Ejecutiva de la organización que conduce Mempo Giardinelli, comparte propuestas de la agenda pública en su columna semanal de cada miércoles, a las 7,30 en el programa Contala como quieras, en La 99.3

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