«Como haber pagado el mínimo de la tarjeta: el planeta nos pasa hoy la factura ambiental»

“Hay que lograr reducir nuestra demanda de recursos al planeta, porque es como estar pagando todos los meses el mínimo de la tarjeta de crédito: esto se va acumulando en una cuenta ambiental que cada tanto nos pasa la factura. Y lo que pasa hoy con la pandemia está relacionado con esa factura ambiental que tenemos pendiente”, le dijo a Contala como quieras Manuel Jaramillo, director general de la Fundación Vida Silvestre Argentina.

Entrevistado a propósito de su artículo publicado en el sitio web de la fundación bajo el título “Después de la pandemia, un mundo naturalmente diferente”, Jaramillo se explayó en su propósito de trascender “la visión de la conservación y la ecología en el sentido más tradicional” para analizar alternativas que equilibren las propuestas del cuidado ambiental con el modelo de desarrollo tecnológico productivo hasta ahora imperante.

“Hay que pensar cómo vamos a salir de esta crisis económica y social” en la que está la humanidad “en parte por seguir un modelo que ha demostrado no tener espalda, capacidad de respuesta, cuando sacamos un poquito el pie del acelerador”, señaló.

“El planeta nos entrega recursos naturales renovables y no renovables y nosotros año a año tomamos lo que podríamos tomar de 1,6 planetas: si quisiéramos obtener todos los años los recursos que hoy le pedimos al planeta deberíamos tener 1,6 planetas, pero sólo tenemos 1”, señaló.

Manuel Jaramillo en La 99.3, el 24 de abril de 2020

Once años de residencia en Puerto Iguazú, desde donde coordinó el programa Selva Paranaense de la fundación, le dan también a los planteos de Jaramillo el conocimiento de algunas particularidades de Misiones: deforestación, caza furtiva de especies silvestres, pérdida de energía eléctrica por falta de mantenimiento de las líneas de transmisión, son algunos de los temas que abordó durante la charla con el programa de La 99.3 en relación con sus propuestas.

“Tenemos que dejar de producir energía para tirarla. Un kilowatt ahorrado es diez veces más barato que un kilowatt producido: con una décima parte de lo que cuesta producir un kilowatt se puede promover el cambio de aires acondicionados ineficientes por aires acondicionados de clase A++”, señaló. Y en esa ecuación planteó: “Si en lugar de plantear una nueva represa hidroeléctrica invierto en restaurar todas las líneas de transmisión, que tienen un montón de pérdidas, esa energía que ahorro, porque no la tiro, no la tengo que producir, y es mucho más barato.”

El modelo de producción energética resulta crucial: “Enterrar dinero para desenterrar combustibles fósiles para luego quemarlos para producir energía, en un intercambio que incluye la emisión de gases de efecto invernadero, no parece muy inteligente cuando el planeta nos ofrece muchas herramientas probadas y desarrolladas, como la energía solar, la energía eólica, aun la energía hidroeléctrica sobre ríos que ya han sido alterados o sobre pequeños cauces que pueden alimentar turbinas muy específicas para lugares particulares”, apuntó.

Alimentos: derroche y hambre

Como con la energía, la producción de alimentos también da muestras claras de la sobreexplotación de los recursos naturales. Jaramillo repasó la necesidad de revisar “todo lo que se tira en el proceso productivo desde que se cosecha”: el grano que queda desperdigado en el campo y en los caminos, durante el transporte, la necesidad de mejorar la calidad de las industrias para optimizar el uso de la materia prima y una sobreproducción que manda a la basura todo lo que no se consume antes de la fecha de vencimiento.

“Una partida de frutas que no tuvo la forma, el tamaño, el color que el mercado demanda, determina que muchas veces el valor que se puede pagar por ese producto ni siquiera justifique el transporte. Como resultante, eso se tira”, puso como ejemplo.

Y la conclusión es contundente: “En todo ese conjunto, a nivel global, el 30 por ciento de los alimentos que se producen se desperdician. Si el derroche de alimentos fuera un país, sería el tercer consumidor mundial de alimentos. En un mundo en el que hoy mucha gente muere de hambre o está preocupada por cómo alimentar a sus hijos en la pandemia…”

Jaramilllo promueve “una economía circular: darles muchísimo más valor agregado a todos los productos que son resultado de nuestros recursos naturales, renovables y no renovables, antes de transformarlos en basura. Eso sería mucho más eficiente para que dejemos de sobreexigir a nuestro planeta de la manera que lo hacemos para abastecer a una población que aumenta y genera cada vez más tendencias de consumo irresponsable”.

“Hay muchísimas alternativas de promoción de buenas prácticas agrícolas, ganaderas, productivas en general, que pueden desarrollarse y mejorarse y, sobre todo, lo que es central: lo que todos los países que han logrado promover un desarrollo articulado han tenido, que es el ordenamiento territorial. Qué es lo que puede hacerse, en qué lugar y qué no, tanto a través de regulaciones (prohibiciones y autorizaciones, podríamos decir), pero también de incentivos y desincentivos”, señaló.

Puso como ejemplo “la necesidad de generar cinturones de producción agroecológica alrededor de las ciudades, principalmente, para poder asegurar la alimentación de las personas que allí viven de forma sana y eficiente, con menor desperdicio de alimentos, y generando también demanda de mano de obra de esas ciudades”.

“En esos cinturones también se genera una especie de buffer para que las ciudades no tengan el efecto tan negativo de los agroquímicos”, señaló, sin desatender la necesidad de promover “un adecuado sistema comercial, porque ése es el otro problema: muchas veces las cooperativas y las personas que se dedican a esto lo hacen de manera informal y sin los volúmenes necesarios para que tenga efecto de mercado”.

Maltratos al ambiente y defensa de una utopía

La charla se ocupó también de otros puntos de íntima relación entre el cuidado ambiental y la salud humana muy ligados a la realidad de Misiones, como el avance de la deforestación, que “pone a la gente cada vez más en contacto con la fauna silvestre: algunas enfermedades emergentes, como la leishmaniasis, están asociadas a la ocupación rápida de territorios recientemente deforestados, y ése es un ejemplo de cómo nuestro vínculo con la degradación ambiental nos expone a enfermedades de origen animal”, apuntó.

“Por otro lado, si bien en Misiones está totalmente prohibida, la caza de especies silvestres es, lamentablemente, aún común, y el consumo de estas carnes sin control bromatológico de ningún tipo, muchas veces mal cocidas, puede permitir que lo que pasó en Wuhan con este virus pase en Misiones con otro. No quiero ser alarmista, pero el ejemplo sirve para advertir que lo que ocurre en un lugar puede ocurrir en otro, y mucho tiene que ver con el maltrato que hacemos al ambiente”, sostuvo.

“Esto que proponemos es tan utópico como pensar que podemos seguir funcionando en el planeta como hasta ahora. El planeta nos está demostrando que eso que decimos que queremos hacer no es posible tampoco. Hay que encontrar el camino intermedio, la forma en que esta utopía que algunos decidimos perseguir nos permita seguir caminando hacia un espacio superador de la situación en la que estamos y se acerque al modelo que muchos creemos que debería seguirse”, dice Jaramillo.

Y lo resume como la búsqueda de “un desarrollo a escala humana, basado en la conservación de nosotros mismos: si no tenemos un planeta saludable no podemos tener una salud asegurada para nosotros, supuestamente la especie racional inteligente que ha dominado el planeta”.

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