Primun non nocere

Carlos Resio.

No es descabellado pensar que hay nociones de métodos y estrategias curativas entre algunos animales no humanos. El quitarse los piojos entre primates o lamerse las heridas en los clanes de cánidos quizás podrían considerarse las primeras prácticas médicas. Parece ser que la ciencia médica vino casi junto con la especie humana. Hay evidencias de fracturas inmovilizadas artificialmente en algunos hallazgos de restos de homo sapiens.

Carlos Resio en La 99.3 el 15 de junio de 2022

Los registros más antiguos que describen procedimientos y recetas pueden encontrarse en papiros e inscripciones del antiguo Egipto siendo el médico más antiguo conocido un tal Hesy-Ra que vivió hace unos 5000 años y nos legó procedimientos, instrumentos y medicamentos, algunos de los cuales aún se utilizan. Como siempre, son los nombres masculinos los que trascienden a pesar de que sabemos que fueron las mujeres las primeras que curaron y a muchas les costó ser quemadas en las hogueras de la inquisición.

Pero no es de la técnica médica de lo que quiero hablar hoy sino de las reflexiones que los galenos hacían sobre su propia práctica y las que las propias sociedades requerían, muchas veces en defensa propia. Es así que llegamos hasta el código Hamurabi, un reglamento legal que lleva el nombre de un rey babilónico que pensaba más allá de masacrar pueblos vecinos y robarse sus riquezas. Hamurabi también era un conquistador pero además le agregaba a su gestión estas cuestiones y por eso casi 4000 años después de muerto aún hablamos de él como si estuviera vivo. El código dictado por el buen rey era un tanto drástico. Recordemos que estaba instituida la ley del Talión, aquella del ojo por ojo. En la norma de babilónica se establecía que si al médico se le moría el paciente lo pagaba con su vida y de ahí para abajo, iba perdiendo miembros si sus pacientes los perdían.

También hay a lo largo de la historia una progresión en el desarrollo de la profesión médica, al ir separándose de las cuestiones sacerdotales y esotéricas, para lo cual fue necesario establecer algunas pautas comunes de convivencia entre necesidades tan urgentes como preservar la vida, evitar el dolor y aquellos que se ofrecían a satisfacerlas a condición de no perder ellos mismo la vida. Veamos que ya en la protohistoria donde había una necesidad si había un derecho. ¿Será que Rosenkrantz quiere llevarnos a la protohistoria?

Un poco más acá en el tiempo, en el siglo V a.c. en la isla griega de Cos, separada por menos de 20 cuadras de la costa de lo que hoy es Türkiye, nacía Hipócrates quien fue considerado el más grande médico de la antigüedad por haber iniciado la sistematización del estudio del cuerpo humano y sus dolencias pero también por haber ideado las reglas éticas de la práctica médica las que hoy en día los médicos al recibirse juran respetar y cuyo aforismo más conocido es el principio de “Primum non nocere”, aunque parece que es una licencia del traductor del griego al latín ya que no se encuentra en la versión original.

Como tantísimas otras frases atribuidas a tantos personajes célebres que nunca las dijeron. No importa, quedó aceptada y forma parte del juramento hipocrático que hasta hoy hacen los médicos antes de recibir su diploma. La traducción de esta frase latina ideada por un griego, cosa extraña, es Primero no dañar, entre otras acepciones. Esto se refiere a que en el intento de remediar el mal no deberá producirse otro peor. La paradoja de este precepto inicialmente tan respetable es que en el dilema de no hacer daño y la posibilidad de que en una simple cirugía de vesícula, el médico me perfore la aorta abdominal y me mate podría llevar a los profesionales de la salud a la parálisis e impedirles hasta sacarme un lunar de la espalda. Pero para eso está el consentimiento informado, los seguros de mala praxis y la aceptación de que los errores humanos sin dolo y, teniendo en cuenta por ejemplo que en EEUU mueren más personas por errores médicos que por accidentes de tránsito, estos acuerdos demuestran que es posible resolver racional y humanamente estos terribles desenlaces cuando el consenso generalizado es que la intención primera del sistema de salud es la de no hacer daño ante la real necesidad de su intervención. Cuando no se alcanzan estos acuerdos entran en escena los impostores representantes de dioses que casi siempre medran en su favor con el dolor humano.

La pérdida de un miembro, una enfermedad que por mal tratada provoca una discapacidad inhabilitante o la muerte son tragedias que pueden ser consecuencia de impericias o simplemente de condicionantes locales o externos. Esto siempre y cuando las condiciones no sean artificialmente creadas para satisfacer necesidades de lucro, intereses particulares o negligencias irresponsables.

De forma similar llevando el caso al plano de la política, un niño sub alimentado que ve condicionada toda una vida de penurias; una región que por falta de infraestructura no alcanza el desarrollo del que disfrutan quienes la poseen; una generación sin acceso a educación de calidad que por este hecho no accede a desarrollar una conciencia liberadora y tantos otros ejemplos, pueden ser el resultado de errores gubernamentales, impericias e ideas erróneas para ser aplicadas en determinadas condiciones o de condicionantes imprevistos e insalvables como pueden ser una pandemia o un conflicto bélico.

Para resolver estas carencias en una sociedad organizada es que se ha evolucionado hacia un sistema de acuerdos básicos que conforman el cuerpo del sistema democrático. Esta base de acuerdos están sostenidos por siglos de violencia extrema, millones de muertos y víctimas de la brutalidad por lo que frases como Nunca Más deberían ser defendidas con uñas y dientes por la enorme mayoría de las sociedades y la noción de Memoria Verdad y Justicia nuestro mantra diario. En este acuerdo, debería estar el “Primum non nocere” de los padres de la medicina aplicados a las reglas de la política. Esto es porque si no se acepta que las reglas del juego democrático deben incluir como imprescindibles a todas las expresiones ideológicas que respeten la regla de oro y excluir aquellas que no lo hagan, llevará a la parálisis a quienes están dispuestos a jugar el juego leal y limpiamente sabiendo que, tal como en la ciencia médica, existen circunstancias que obligan a acordar en momentos de extrema dificultad; caso contrario dependeremos de personajes excepcionales que tanto podrían ser líderes luminosos como dictadores autoritarios. De nuevo los brujos e iluminados por algún dios, que los hay tantos.

La situación que está exponiendo la realidad mundial y especialmente nuestro país parece ser la de un debilitamiento de las normas de convivencia democrática por haber ido cediendo las sociedades ante la inclusión en el juego de quienes no tienen escrúpulos en violar la primera regla ética de no hacer daño ya que, con el fin de concentrar riquezas y poder, una pequeña minoría ha sabido construir las condiciones y reclutar a personajes de escasa calaña pero de gran capacidad de agravio y perjuicio que juegan a su favor ante la mirada absorta y a veces inconsciente de los pueblos que no aciertan a percibir el peligro al que se enfrentan.

Hoy tenemos ante nuestros ojos hechos que ejemplifican la parálisis generada por la ruptura de los consensos básicos como son el caso de la quiebra fraudulenta de la empresa de los Macri concesionaria del correo que es posible por el sistema judicial adicto, un sistema de medios al servicio de la derecha antidemocrática que no tuvo ningún empacho de ir en contra de las medidas desesperadas en condiciones adversas que el gobierno dispuso para enfrentar la pandemia sin importar cuántas muertes significaran y el otro caso más reciente, el del gasoducto Néstor Kirchner, en que por impericias propias y declaraciones irresponsables de un ministro propio pero también por un sistema de noticias falsas y de “lawfare” que paraliza a los funcionarios que por el riesgo de ir presos no se atreven a comprometerse en la realización de una obra que,en caso de terminarse a tiempo,significaría un verdadero beneficio para el país. Es patente la intención hostil y de permanente menoscabo al sistema democrático con el que se llenan la boca quienes lo desprecian y para quienes no existen los derechos que surgen de las necesidades del pueblo. Es tan evidente su intención de dañar, de tratar al adversario como un enemigo a destruir y tan oculta para gran parte de la población que tratar de explicarlo nos produce la sensación de estar haciendo el ridículo.

Por eso, para recuperar el camino de una construcción democrática, pero sobre todo para sostener los logros, debemos redoblar el esfuerzo para recuperar valores que están siendo debilitados y con ello deshilachando los acuerdos básicos que hemos conseguido con tanto sacrificio. Tal es el retroceso que hoy estamos en una posición por lo cual se nos hace urgente luchar por la restitución y refortalecimiento de principios que creímos definitivos y que vienen del fondo de la historia, incluso el antiguo “Primum non nocere”.No parece ser un lema que la derecha opositora pueda tomar como propio y es hora de que hagamos algo para resolverlo ante de que sea tarde.

Carlos Resio

Para analizar, reflexionar y debatir el ideario del Manifiesto Argentino, Carlos Resio, integrante de la Mesa Ejecutiva de la organización que conduce Mempo Giardinelli, comparte propuestas de la agenda pública en su columna semanal de cada miércoles, a las 7,30 en el programa Contala como quieras, en La 99.3

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

A %d blogueros les gusta esto: