Los próceres de hojalata no tienen corazón

Carlos Resio.

Hoy a las 9.45, 14.45 de Boulogne Sur Mer, hace 172 años moría José de San Martín. A partir del momento de su muerte todo lo que se dijo y se escribió sobre él y su obra no le dio lugar a defensa, sobre todo contra quienes utilizaron su figura para convertirla en un mito de bronce sin el fuego de su corazón y de su genio político. Recordemos que el creador del regimiento de granaderos a caballos, el cuerpo de élite con más victorias que haya dado la lucha por la independencia en nuestra América, sufrió la persecución y la difamación de quienes desde Buenos Aires, bajo el gobierno de Rivadavia, retaceaban fondos al ejército libertador para dedicarlos a embellecer la ciudad de Buenos Aires y asegurar sus intereses aduaneros. Cualquier similitud con el actual alcalde y aspirante presidencial capitalino no es mera coincidencia. Declarado enemigo, traidor a la patria y corrupto por Buenos Aires, luego de su muerte fue convertido en un héroe aséptico por la historiografía de Mitre quien solo resaltó las virtudes militares del ilustre misionero borrando y escamoteando al conocimiento del pueblo la valía de su enorme genio político que pugnaba por una patria libre de godos pero también de oligarquías locales viejas y nuevas como las que desde Buenos Aires planeaban un país pequeño y para unos pocos mientras el resto empobrecido no merecía ni un centavo de la lucrativa aduana nacional.

Métodos similares se utilizaron para demoler las figuras y deformar las acciones de todos aquellos que dejaron sus huesos al servicio de la libertad de la patria y lucharon por la independencia de los pueblos y la igualdad de oportunidades para sus compatriotas. Estos métodos siguieron utilizándose hasta nuestros días. Ahí están como ejemplo también las calumnias contra Rosas, quien plantó bandera y cañones contra las pretensiones francesas y británicas en la vuelta de Obligado y Punta Quebracho; la demolición de la casa de Irigoyen buscando lo que supuestamente habría robado quien instaurara el primer gobierno popular de nuestro país; contra Juan Domingo Perón por elevar los derechos de los trabajadores al punto de que el peón de Patrón Costa lo mirara de frente a los ojos para reclamar por su salario; y hoy la persecución a Cristina Fernández quien osó enfrentar a los poderosos y volver al “fifty/fifty” entre capital y trabajo después de 35 años de deterioro en los ingresos de los trabajadores.

También fueron perseguidos otros patriotas que desde nuestro territorio pelearon para la libertad en suelo liberado y tenían la misma pasión que San Martín. Sus pronunciamientos evidenciaban la unidad de sus sueños. José Gervasio de Artigas en su arenga para la batalla de Candelaria contra la ocupación paraguaya le decía a Andrés Guacurarí: “Seamos libres y seremos felices”, a lo que su hijo respondía en su parte de batalla “El derecho es ídolo y objetivo de los pueblos libres …” después de haber vencido y recuperado la ciudad para sus verdaderos dueños, los guaraníes misioneros.

Fue la manipulación de los hechos históricos y la deformación del legado de estos verdaderos padres de la patria la que los personeros del dinero, la codicia y la figuración utilizaron y siguen utilizando para construir una falsa conciencia nacional que facilite la concreción de su idea de pequeño país servil que comenzara con Rivadavia en los albores de la patria. También lo fue la utilización de la violencia mitrista en la eliminación de todo vestigio federal y popular, los golpes de estado a partir del derrocamiento de Irigoyen, la destitución de Juan Perón y luego la definitiva dictadura de 1976. Pero hoy estos métodos han mudado a la mentira mediática y la persecución judicial en manos de vergonzosos jueces y fiscales al servicio del poder imperial y los mezquinos intereses locales.

Es sabido que la vida de nuestros próceres fueron convenientemente presentadas, cuando no escondidas, en la historiografía y educación oficiales para servir como superficial guía moral al pueblo para que no presentara obstáculo para el mantenimiento de los privilegios oligárquicos y la entrega de la soberanía por la que habían dejado su vida. Hoy ponemos coronas de flores en sus monumentos ecuestres de bronce y sus grandes representaciones de brillante y hueca hojalata que solo sirven al mito pero no a los pueblos.

Quienes nos liberaron, quienes devolvieron derechos, quienes lucharon por la libertad y la igualdad de los pueblos no merecen ser recordados solamente por sus monumentos sino por sus obras, por sus ideas y por sus sacrificios. Y esto nos obliga a recuperar la conciencia popular para contrastar su mensaje, su legado, con lo que nos proponen aquellos que se llenan la boca de frases sin sentido y solo utilizan sus figuras para fines útiles a las élites enemigas de los pueblos. Andrés Guacurarí fue mucho más que un guaraní que defendía a su pueblo, él mismo se definía como un americano que peleaba por la libertad para todos los pueblos del continente y hermanaba su lucha con Artigas, San Martín, Rosas y el Chacho Peñaloza contra las pretensiones oligárquicas de la generación del 80 pero también contra quienes las heredaron en la figura terratenientes europeizantes y los señores de las finanzas entregados a los intereses extranacionales.

Conocer en profundidad las ideas del San Martín de carne y hueso es incómodo. Lo es porque nos expone a nuestra condición de hombres y mujeres comunes que desde nuestro pequeño rol deberíamos honrar aquellas ideas y eso implica sacrificios personales y riesgos inimaginables. Pero sabemos que hay quienes no tuvieron ni tienen miedo y se lanzaron en ese rumbo. Milagro Sala lleva casi 7 años apresada por un infame traidor de las causas populares y Cristina Fernández está siendo sometida a un juicio absurdo que solo busca encarcelarla para proscribirla y quitarle la posibilidad de incidir en el destino de nuestro país.

Necesariamente deberá el pueblo desconfiar de fríos monumentos de hojalata con barbijo y fastos coloridos de palabreríos vacíos si a estos no se les agrega un corazón, si no son completados con sus logros pero también con sus contradicciones y miserias que los acerquen al pueble para hacerlos uno de ellos. Es obligación recuperar y hacerse de las enseñanzas del libertador, comprender quienes son sus enemigos disfrazados de conductores y republicanos y, como lo hicieron antes los paisanos de todo el país, incorporarse sin dudas al ejército popular que los enfrente, supere las dificultades, recupere sus derechos y lleve al país a un destino de libertad soberana, grandeza y felicidad.

Carlos Resio

Para analizar, reflexionar y debatir el ideario del Manifiesto Argentino, Carlos Resio, integrante de la Mesa Ejecutiva de la organización que conduce Mempo Giardinelli, comparte propuestas de la agenda pública en su columna semanal de cada miércoles, a las 7,30 en el programa Contala como quieras, en La 99.3

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