La rebelión del buen salvaje

Carlos Resio.

El mito del buen salvaje fue parte de una discusión filosófica que se dio en el siglo XVIII tomando el concepto de que el ser humano es básicamente bueno cuando su forma de vida es en estado natural y no esta corrompido por el desarrollo social. En la vereda de enfrente estaban quienes afirmaban que el hombre es esencialmente cruel y egoísta y que necesita del desarrollo social para ser corregido. Quien sostenía la primera tesis era, entre otros, Jean J. Rousseau,quien contribuyó a la creación del concepto moderno de democracia en que la libertad y la igualdad devienen de la búsqueda del interés general por sobre el individual.Para esto propuso la construcción de un contrato social que permitiera esa búsqueda por satisfacer el interés general confiando en las características humanas. En la vereda de enfrente estaba Hobbes, el de “el hombre es el lobo del hombre” que indicaba un estado fuerte para imponer el orden.Pero ¿por qué se les ocurrió en ese momento usar el concepto del buen salvaje para desarrollar sus ideas?  Seguramente fue debido a que en el siglo XVIII los territorios “descubiertos” y conquistados se pusieron bajo la mirada de la ciencia europea del período iluminista a través de la cual los filósofos encontraron a “un otro» muy distinto al que conocían en su entorno “civilizado” y también distinto del salvaje que les había dado Aristóteles como objeto de estudio. Y sobre todo porque esta vez tuvieron la oportunidad de un contacto directo con los “naturales” de las indias y de las islas del pacífico y a través de este contacto, pero también basados en versiones y relatos de lo más descabellados, se hizo una idealización de estos seres humanos que según la versión y el interés que la difundía o tenían una forma de vida en comunidad, sin el concepto de la propiedad privada y en contacto estrecho con la naturaleza se comportaban con bondad, en libertad e igualdad o eran unos salvajes horribles y crueles. Todo esto servía tanto para un barrido como para un fregado y las dos teorías en pugna usaban a los descubiertos naturales para confirmar sus hipótesis.

Carlos Resio en La 99.3 el 9 de noviembre de 2022

Como todo mito su adopción no es inocente y en el caso del buen salvaje se sigue siendo usado, hasta nuestros días, para elaborar ideas, prejuicios y políticas basadas en ambas cosas cuando se trata de poblaciones originarias y también excluídas no originarias. Y es el caso de lo que estamos viviendo de forma mediatizada en el caso de los reclamos de la comunidad mapuche en la Patagonia y de forma ocultada para cuando se trata de las comunidades Wichi en el norte de Salta, Qom en Chaco y Formosa o Mbyá Guaraní en nuestra provincia por ejemplo. Y lo mismo se aplica para las clases populares y de excluidos que mientras no reclamen y alboroten no serán pasibles de la bala de Espert y Bulrich y la metra de Arieto que Macri banca con su promesa de volver con pasta de líder decidido.

La represión a los reclamos de los mapuches de la comarca andina muestra con crudeza la violencia que despierta en terratenientes y mercaderes de paisajes la ofensa a sus pretendidos derechos de propiedad. Pagar a periodistas y apoyar dirigentes de derecha para que siembren pestes en contra de estas comunidades no son un gasto para estos personajes, son inversiones que tienen una alta tasa de retorno. Pedirles  a estas sabandijas,dizques propietarios,que muestren el título de propiedad y el proceso de adquisición es como insultarles la madre. Ni hablar de que el estado nacional antes de regalarlos a los amigos de la Sociedad Rural, los arrebató a sangre y fuego y a fuerza de desplazamientos y trabajo esclavo. Pocas cosas gozan de menos legitimidad impune. Sin embargo los originarios sí pueden ser blanco de mil descalificaciones. Desde indio sucio hasta chilenos hijos de un comando Mapuche venezolano iraní y, si les damos otros 5 minutos, financiados por Putin. Y pareciera ser que no estaba previsto que las comunidades, pueblos y naciones que estaban antes dejaran de comportarse como buenos salvajes y volvieran a autoreconocerse y valorar sus culturas y derechos que por ahora no pasan de poder tener un pedazo de tierra donde están los huesos de sus abuelos y pacen sus caballos y ovejas. Humildes familias campesinas que son baleadas por los mercenarios de Lewis y Benetton por reclamar 40 hectáreas contra el millón que estos dos, sí extranjeros, compraron a precio de barata. Pero ya deberíamos saberlo, “el problema no son los que nos compran desde afuera sino los que desde adentro nos venden”, frase atribuida a don Umberto Illia y atesorada por la progresía radical que sabe que posturas como estas tiene pocas. En este caso ganan 2 a 0 los radichetas: el millón de hectáreas fueron obtenidas durante el gobierno de Carlos Menem, el peronista que nos puso el cartel de remate.

No tan visibles pero no menos violento e injusto es el trato que reciben las comunidades aborígenes y criollas del NOA y el NEA. En nuestra provincia son cada vez más frecuentes los encontronazos entre pretendientes a la titularidad de parcelas de tierra que ya no hayan sido arrebatadas por el pino y los paisanos mbyá que si no fuera por algunas organizaciones de apoyo y la pastoral social aborigen hubieran quedado tirados en la calle del exterminio lento que significan la miseria y el olvido. Eso sí, nuestros funcionarios no pueden pronunciar dos frases sin mencionar la el orgullo de la raza guaraní cuya sangre corre por nuestras venas;sus abuelos suecos no estarían entendiendo a que se refieren, un que lo de raza seguramente lo aceptarían, casi siempre inferior por supuesto, porque el racismo aún circula campante en nuestras sociedades. En nuestra provincia como en otras la violencia física ya se ha hecho presente varias veces y no pareciera haber consecuencias mayores para los agresores o los taladores de madera de ley.

También se expresa la violencia contra los excluidos que reclaman. El vergonzoso y alarmante hecho de Garuhapé del lunes 7 debería encender todas las alarmas. Los “vecinos respetables” vomitaron su odio ancestral contra el negro si es pobre y si osa molestar con sus reclamos en la vía pública. Aunque está por verse si esta vez los apaleadores no eran más que una pandilla que actuó con un contrato.

Este es el ambiente que se respira. Un olor acre de violencia, odio larvado o inducido y resentimiento por no poder tramitar su propia frustración invade la vía pública en casi todo el mundo y ahí están también los bolivianos de la rica Santa Cruz y los brasileños de la próspera cuña sur reclamando por la libertad e hiriendo de muerte a la democracia. Envenenados de rabia por no tener ellos el gobierno no les importa romper todo. En Argentina los escraches en lugares públicos como el que sufrió Grabois hace unos días en el aeropuerto de Ezeiza por un cobarde grupo de 20 energúmenos nos hacen temer lo peor después del intento de asesinato sufrido por la vicepresidenta que pasó como si hubiera sido apenas un hecho de inseguridad callejera. Pero ya sabemos de lo que es capaz el poder que verdaderamente maneja los hilos, si hasta los grandes empresarios prefieren ganar menos con tal de que un gobierno nacional y popular no se mantenga en el gobierno, sobre todo peronista a menos que sea menemista.

El mito de buen salvaje está en estas señales. Y expresan que mientras el pobrerío y los indios no molesten hasta podemos considerarlos pintorescos, dejarlos ser dueños de lo que se les da y expresar su propia cultura de forma supervisada y muchas veces deformada por la mirada blanca. Eso sí, que no quieran levantar la cabeza, mezclarse con nosotros y pretender recuperar su dignidad. Como alguna vez escuche decir en Brasil: “en nuestro país no existe el racismo, el negro sabe cuál es su lugar” En todo caso y dicho con ironía, este sería el mito del buen negro.

Es cierto que durante los gobiernos populares las políticas suelen trabajar para la resolución pacífica de conflictos y también a veces el estado se pone del lado de los excluidos. Sucede que lo aborígenes son pobres entre los pobres y muchas veces son invisibles si no levantan la voz y si es necesario también el puño. Incluso son invisibles para quienes creemos tener una actitud de apoyo a sus reivindicaciones. Creo que no habrá justicia para ellos si la sociedad en su conjunto no asume su responsabilidad reparatoria, si no ve en este conflicto nacional el gigantesco y violento desbalance de fuerzas y la hipocresía de las expresiones que dicen valorarlos como argentinos, sobre todo desde el discurso del estado. En Argentina hay un millón de aborígenes que se reconocen como tales pero recientes estudios de adn determinaron que el 60% de la población argentina tiene sangre aborigen. Este contraste nos debería ayudar para ir en el camino del verdadero respeto y la reparación que, creo, es el único camino que deberíamos emprender. No digo que sea fácil pero el solo hecho de empezar a dar pasos decididos y honestos en ese sentido ya nos habrá hecho mejores argentinos y también para nosotros habremos sumado algo de dignidad.

Carlos Resio

Para analizar, reflexionar y debatir el ideario del Manifiesto Argentino, Carlos Resio, integrante de la Mesa Ejecutiva de la organización que conduce Mempo Giardinelli, comparte propuestas de la agenda pública en su columna semanal de cada miércoles, a las 7,30 en el programa Contala como quieras, en La 99.3

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