La historia sin fin

Carlos Resio.

Existe una maldición china que dice “Ojalá te toque vivir tiempos interesantes”. El sentido de esta maldición es desear que el maldito se vea arrastrado por un torbellino de acontecimientos que no le permitan vivir una vida tranquila y relajada dedicada a ser feliz en tanto logro personal. Como pasa con estas frases, esta también sirve tanto para un barrido como para un fregado, su sentido depende de la circunstancia en la que se aplique y me parece que es el designio que nos cayó a quienes tenemos la necesidad de comprometernos con nuestra hora, pero no ya como maldición sino como encargo. Sobre todo a aquellos que pensamos que al final del camino no nos espera la gloria sino apenas, quizá, el reconocimiento de los compañeros y las compañeras o acaso el anonimato y el olvido, e impulsados solo por estar convencidos de que lo que hacemos es lo que debe hacerse nos metemos en el torbellino de acontecimientos y en la vorágine guiados por valores, verdades e inspiraciones inasibles, imaginamos un mundo mejor que probablemente nunca veamos aunque sí disfruten quienes nos continúen.

Vivimos un momento de circunstancias muy distintas a las que transitamos quienes participamos para reinstalar un gobierno nacional y popular después de la nueva experiencia neoliberal. Entre “la compañerada” militante sobran los diagnósticos y las definiciones dichas luego de conocidos los acontecimientos que nos depositaron aquí. Algunos llevados a extremos impracticables bajo el dictado constitucional, otros algo infantiles, pero también los hay profundos y reflexionados con propuestas perfectamente realizables aunque algunas requieran de otras circunstancias. Pero hay una característica común a todos que creo que no ayuda en este momento en que el país necesita a cada uno y cada una de sus militantes y es la desesperanza, la diatriba furiosa contra quienes no cumplieron con las expectativas o no esperábamos que fueran puestos en funciones expectantes a pesar de haber probado su sabor a sapo al conformarse el Frente de Todos luego de la tan valorada propuesta de Cristina Fernández de Kirchner el 18 de mayo de 2019. Creo que es momento de serenarnos, reagruparnos y separar la paja del trigo. Perder de vista al verdadero enemigo será fatal. Sé que ante los últimos acontecimientos muchos piensan que el adversario está adentro y no es para menos. Pero también creo que nos estamos desviando de los objetivos que como militantes nos habíamos propuesto y no deberíamos dejar que lo que suceda en la superestructura nos paralice. Tenemos en nuestra memoria mejores momentos, muchos de ellos fueron inesperados y llegaron a sorprendernos cambiando posturas incluso de quienes no nos sentíamos inicialmente representados y si bien las comparaciones siempre son odiosas no podemos olvidar los gobiernos de Néstor y Cristina que inevitablemente empequeñecen lo actuado por el de Alberto Fernández a pesar de sus logros y aciertos que también los tuvo. Lo que no podemos hacer es perder de vista que el momento actual no es sino consecuencia de la construcción posible de un frente tan heterogéneo como diverso y que, aunque nos duela decirlo, estuvo lleno de errores de concepción, defecciones en el camino y hoy pagamos, en parte por esos desaciertos, las consecuencias.

Cuando escucho o leo los comentarios de compañeros y compañeras que con desesperanza expresan su impotencia, su hastío, y vaticinan el peor de los escenarios a futuro como si solo pudiéramos esperar la nada y aseguran que nunca estuvimos tan mal me basta repasar la historia política del último siglo en Argentina para recuperar a los compañeros y las compañeras que estuvieron antes y desde su tumba nos indican el camino. O acaso no se sintieron devastados los correligionarios nacionales y populares atravesando la década infame, o los miles de compañeros, cabecitas negras, que después de 10 años de lucha y esperanza con un gobierno nacional y popular tuvieron sufrir la proscripción de su líder, la persecución y la pérdida de derechos viendo como durante 18 años se entregaba el país y e destruían sus logros. Ni que mencionar el sufrimiento de miles de compañeros y compañeras muertos, torturados y desaparecidos durante la dictadura de los 70s. Siempre el ataque al pueblo y los retrocesos impulsados por la mano asesina de un poder omnímodo cuyo objetivo es la entrega del patrimonio nacional a intereses del capital extranjero, imperialista y a unos pocos cipayos a su servicio que, siendo los mismos privilegiados de siempre, hacen lo posible por enriquecerse a costa del pueblo y concentrando para si las posibilidades que les da nuestra tierra. Incluso con traidores también surgidos desde dentro de los partidos populares como lo fueron Menem y De La Rúa apagando las últimas brasas de la militancia antes de la aparición de Néstor Kirchner que con su soplo de aire fresco reavivo la llama a partir del rescoldo.

En 2016 cantamos volver mejores. Mirando hoy hacia atrás, no creo que haya sido la mejor consigna. Hace 2500 años Heráclito señaló que nunca nos bañamos dos veces en el mismo río, y este es el caso. Como alternativa, la consigna debió ser “ir mejores”. Mejores para enfrentar las nuevas circunstancias que 4 años que un gobierno de inescrupulosos y mafiosos nos dejaría además de sumarse luego una pandemia y una guerra que cambiarían también el escenario internacional para mal.

La desesperanza es contagiosa. Miles de militantes que se entusiasmaron con el regreso de un gobierno nacional y popular parecen estar dispuestos a abandonar la lucha, a apartarse del camino y dejar el campo orégano para el retorno de la derecha que esta vez promete ser despiadada. Una derecha autoritaria, elitista y antidemocrática que elige la cancelación de su adversario político y que incluso propone la desaparición del kirchnerismo como meta de su programa. Y este desencanto, este desánimo del pueblo, será el más grande triunfo de la derecha si los dejamos. Porque sin militantes, sin un pueblo comprometido, con conciencia nacional y con sueños no hay esperanza.

La Historia sin fin, es la novela de literatura juvenil de Michael Ende, una alegoría crítica contra el capitalismo, que relata la historia de Bastian, un niño que para evadirse de un ámbito en el que no hay lugar para la lectura y la fantasía, que lo oprime y le niega la posibilidad de soñar, se refugia en un libro muy especial que roba de una librería y se sumerge en la historia pasando, él mismo, a formar parte de ella. El relato describe un mundo de ilusión en el que la oscuridad lo va matando todo y cuyo objetivo final y definitivo es acabar con la esperanza nutriéndose de la disminución paulatina de lectores que estén dispuestos a aventurarse en las historias que los libros proponen y que con sus propios sueños alimentan nuevas posibilidades en el ciclo interminable de la vida. La oscuridad siempre acecha y así como en la novela de Ende se narra que sin nuevos cuentos e historias el mundo pierde sus sueños y se hace invivible llenándose de mentiras y personajes vacíos, de la misma manera creo en la política como el lugar donde se pueden explorar los sueños y que sin ella y sin los militantes que la recrean y la nutren no hay posibilidades para los pueblos que se convertirían en mercancía descartable como ya lo han sido otras veces. Por eso es que de la misma manera en que Bastian, aunque apesadumbrado, buscó en el libro un mundo mejor, así la militancia debe aferrarse de la política aunque no vea a su alrededor espacio para sus sueños. Porque es en ella donde las posibilidades pueden imaginarse y, a pesar del eterno ciclo que una y otra vez nos hunde en la desesperanza, siempre retorna el tiempo de los pueblos. Dejemos de lado entonces la queja aunque no la crítica creadora, abandonemos el señalamiento estéril aunque no la búsqueda de los mejores entre nosotros y nosotras y sigamos en la búsqueda de la patria que anhelamos aprendiendo de nuestros errores y apoyándonos en los logros siempre teniendo claro quién es el enemigo y sabiendo que los liderazgos son circunstanciales y no siempre son los indicados cuando las condiciones cambian. El futuro de nuestra patria está asegurado si seguimos la guía de quienes lucharon antes y construimos junto a nuestros compañeros y compañeras el camino por el cual nosotros o quienes nos continúen llevarán a cabo nuestros sueños. Que las injusticias y el atropello nos sigan doliendo pero que no sean causa para perder la alegría de sabernos compañeros y compañeras en esta lucha que no debemos abandonar, que no tiene fin y que no debe tenerlo.

Carlos Resio

Para analizar, reflexionar y debatir el ideario del Manifiesto Argentino, Carlos Resio, integrante de la Mesa Ejecutiva de la organización que conduce Mempo Giardinelli, comparte propuestas de la agenda pública en su columna semanal de cada miércoles, a las 7,30 en el programa Contala como quieras, en La 99.3

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