La hipótesis de fracaso gubernamental

El incremento del número de enfermos y muertos por coronavirus en los sectores más empobrecidos del área metropolitana de Buenos Aires permite a columnistas de Clarín y La Nación comenzar a instalar la idea de que la estrategia gubernamental contra la pandemia haya sido errónea y termine en fracaso. Esta siembra, algo sigilosa, se combina con el reclamo frontal y abierto de una oferta por la deuda que beneficie a los acreedores. Ataque editorial a fondo, en todos los frentes: coronavirus, deuda, Suecia, decretos y otros temas.
Hugo Muleiro en La 99.3, el 19 de mayo de 2020

Con la mirada puesta en el vencimiento del 22 de mayo, ambos diarios e Infobae, más sus habituales ayudantes, exploraron temas muy diversos siempre en clave opositora: de Suecia a la despenalización del aborto, de los “superpoderes” a la reforma judicial, de la reinstalación de Vidal a la reivindicación de Laura Alonso, de la Oficina Anticorrupción al juez Canicoba Corral.

La gestión de Alberto Fernández ante la pandemia no era hasta ahora atacada en el plano sanitario. El apoyo y los índices de popularidad del Presidente obligaban a estos medios a tomar caminos alternativos, principalmente las consecuencias económicas del aislamiento y la parálisis del aparato productivo, como el que afrontaron y afrontan países de todos los continentes.

Pero, al compás del aumento del número de enfermos y fallecimientos, comenzó a enhebrarse la posibilidad de un fracaso en toda la línea, al menos a partir de un invisible punto de inflexión en el que la evolución no sea la deseable.

Así tecleó Van der Kooy en Clarín, el miércoles, sobre una política ante la pandemia “hasta ahora” exitosa, evidencia apenas mascullada como excusa para criticar al Presidente por lo que dijo de Suecia y Chile, por las decisiones oficiales en el Mercosur, etc. Al día siguiente, La Nación habló de una situación que empeora y amenaza con “revertir los buenos resultados que se vinieron registrando”. Sin embargo, esta nota, de Nora Bär, incluye datos y numerosas fuentes, no hace especulaciones políticas de ninguna clase.

La velocidad superior que Rodríguez Larreta resolvió aplicar a la salida de la cuarentena, en contraste con el Gran Buenos Aires, es usada para darle gran espacio a las críticas de “intendentes K”, lo que ayuda a minimizar o censurar los fallos gravísimos de la gestión en la ciudad, que incluyen la falta de agua en la Villa 31, con su secuela de enfermedad y muerte.

También se puede inscribir en la maniobra editorial de sembrar dudas sobre la política contra la pandemia la afirmación del viernes de Berenzstein, en La Nación, quien sentenció que los datos que da el Ministerio de Salud son “no confiables”. Esa mañana, el conductor radial Longobardi era “noticia” en el mismo diario, por su frase: “Argentina se acerca a un colapso”.

Los “intendentes K”, escribió el sábado Miri en Clarín, criticaron a Larreta no por diferencias en la gestión de la crisis de salud pública, sino por ser “principal figura de la oposición”. Es la misma idea publicada por Dapelo, en La Nación, el mismo día.

Todo periodista independiente tiene a mano una encuesta que fortalezcan sus opiniones. Es el caso de Olivera en La Nación que, copiando a su compañero Pagni, echa mano de una supuesta encuesta según la cual la economía desplazó al coronavirus como primera preocupación de la ciudadanía. Y, otra vez, en la línea de atacar la estrategia oficial, habla de “un municipio” (sin nombre), en el que “se preguntan” (personas sin nombre) cómo se explica que haya hospitales vacíos mientras hay personas que no tienen para comer.

Van der Kooy se repite el domingo: la buena curva de la enfermedad llega al “momento inconveniente”, en medio del frío, la fatiga social, el riesgo de default y claro, no podía faltar, lo que hace o no hace Cristina Kirchner. Un panorama dramático ante el cual, dice, el Presidente “zigzaguea”. En el mismo diario Fioriti hace coro al columnista principal: la curva es una “montaña” que puede ser vista de frente, como puede hacerlo Argentina, o verla cuando ya está atrás, como le ocurrió a Brasil y a gobiernos europeos. Y aquí lanza el ataque, no menos inmoral por ser grotesco: la diferencia entre esos países y Argentina “es apenas una ventaja”.

En el tema crucial de la deuda, estas empresas y sus redactores profundizan la línea ya conocida: el pliego de condiciones para los acreedores, sobre todo en cuanto a la reducción del período de gracia (empezar a pagar antes) y a una tasa superior, que difícilmente se pueda encontrar actualmente en algún lugar del mundo, vista la depresión global.

No hubo día en que esta estrategia editorial tenga respiro. Va del banal recitado de lo que piden los acreedores hasta un tono indignado, como el de Paula Lugones el martes en Clarín: “torpeza” argentina, propuesta “mezquina”, pesimismo, fracaso, todo a nombre de “expertos” de Wall Street, o de “bonistas” escribió Fernández Canedo, que “perdieron la confianza” en el ministro Guzmán. “Desconfían” de él, hizo coro el jueves Letjman, en Infobae.

El viernes en Clarín, Bonelli insiste con la tesis de las “trifulcas” de Guzmán con el presidente del Banco Central, Pesce. Ambos corren con su postura ante el Presidente Fernández, quien recibió la herencia de una deuda que Macri tomó para “evitar el ajuste”, frase al pasar que desnuda una línea de fondo de los patrones de Bonelli. El trabajador multimedios vuelve a jugar con la idea de que los acreedores busquen otros interlocutores y en esto menciona, una vez más, a Sergio Massa. Su compañero Bazzan dice el domingo que los acreedores piden en 2023 pagos por una cifra “totalmente lógica para un país como la Argentina”. Todo dicho.

El fuego mediático fue lanzado a granel día por día, con ciertos picos específicos. La decisión de la Oficina Anticorrupción de retirarse como querellante de causas en las que Cristinas Kirchner está acusada de corrupción permitió un festival editorial en el que campeó sin límite la afirmación de la “impunidad”. Sirvió también para quitarle toda validez al proyecto de reforma judicial cuyo envío al Congreso anunció el Presidente.

Y, mucho antes de que lo diga a cara descubierta cualquier dirigente, Kirschbaum en Clarín y Morales Solá en La Nación nombran el domingo a Vidal como cabeza de lista a diputados en 2021. Esto se combina con condenas sostenidas al Presidente por la osadía de criticar la política de Salud de la ex gobernadora, que muy oronda se jactaba de no abrir hospitales.

Hasta Morales Solá, que nunca le dedicó mucho aprecio por ser competidora natural de Macri, la reivindica, aunque no con tanto énfasis como el que puso para Laura Alonso. La Oficina Anticorrupción era hasta diciembre de 2019, dice, “una agencia autónoma”.

¿Es lo más patético que pudo leerse en estos días? Posiblemente. Aunque compite con Clarín del martes, que dedicó espacio preferencial y 35 líneas a la postura de la conductora televisiva Viviana Canosa contra la interrupción del embarazo. Tal vez compite también Pagni, en La Nación, que trazó un paralelo entre Alberto Fernández y Juan Carlos Pugliese, el ministro radical que hablaba “con el corazón” a la carroña financiera local e internacional. Y con Letjman, que con idéntica rigurosidad histórica dice que el Presidente tiene para elegir, en el tema de la deuda, entre ser como Rodríguez Saa o como Néstor Kirchner.

¿Cómo medir? El domingo Clarín publica un reportaje al canciller brasileño, Araújo. Este señor tiene por líder a Jair Bolsonaro, pese a lo cual el entrevistador, Nejamkis de apellido, logra la hazaña de ubicarse claramente a su derecha, cuando le pregunta si el diálogo del Presidente Fernández con Lula da Silva es una “provocación” a su gobierno. El ministro, un ultramontano, termina pareciendo moderado, cuando responde que no cree que sea algo tan grave. Pareciera que a la derecha de Bolsonaro no está la pared, sino Magnetto.

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