Europa le cierra las puertas a Macri

(Emiliano Guido. Nuestras Voces). El acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea pende de un hilo. En la última ronda interbloque primaron los intereses proteccionistas del Viejo Continente para sus economías regionales y los de Brasil en su capítulo automotriz. El gobierno argentino de Mauricio Macri asiste al posible fracaso de su mayor apuesta en política exterior.

El gobierno argentino sigue teniendo malas noticias en el campo internacional. Tras la fracasada ronda de la OMC (Organización Mundial del Comercio) en Buenos Aires y el demorado ingreso de nuestro país al club de países ricos de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), la política exterior criolla se encamina a ver frustrada la meta más ambiciosa fijada por el Palacio San Martín en la era PRO: la firma del tratado de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea.

Parece un comentario jocoso, pero no lo es, la rebelión de los quesos europeos Gruyer, Parmesano y Fontina han pateado días atrás la mesa de negociaciones interbloque. En la reciente ronda de diálogo acaecida en Bruselas, la eurozona mantuvo firme su postura de defender las llamadas “indicaciones geográficas” en sus productos lácteos, fundamentalmente en los quesos. Si las cámaras agropecuarias europeas mantienen, por así decir, la marca identitaria de esos productos, los sectores pares mercosureanos deberán nominar de otra manera a los deliciosos quesos mencionados. No es un tema menor. Los productores de la Cuenca del Plata deberían importar materia prima del Viejo Continente si optan por comercializar un queso mundialmente conocido como el Parmesano.

“La defensa irrestricta de Europa por parte del capítulo conocido como indicaciones geográficas derriba el mito de su supuesta defensa del libre intercambio comercial. En realidad, Bruselas busca perforar las barreras proteccionistas presentes en determinados mercados mediante la firma de TLC’s (Tratados de Libre Comercio). Ellos saben que en el rubro lácteos, por ejemplo, no pueden competir con productos similares de otras regiones del mundo. Entonces, blindan la marca Parmesano para quitar la posibilidad a otros competidores de nominar a sus quesos con un sello que ya es conocido en todos lados. Y eso genera un impacto cultural en sus adversarios comerciales. Porque al preservar la indicación geográfica Europa obliga a un productor lácteo pampeano a modificar la identidad de un queso mozzarella, que ya no puede ser nombrado de esa manera en su etiquetado. Y por qué se mantiene férrea Europa en esa postura: porque tiene a su agricultura en lácteos y a su ganadería en crisis; sólo mantiene alguna cuota de competitividad global gracias a enormes subsidios que son permitidos por la OMC, una licencia que el organismo no tolera a otros bloques comerciales”, interpreta en diálogo con Nuestras Voces la especialista Bettina Muller, politóloga alemana residente en Argentina y miembro del equipo de Comercio e Inversiones del centro de estudios holandés Transnational Institute.

Pero ese ítem no es el único conflicto en el diálogo. A su vez, Brasil ya no está tan dispuesto a liberar su industria automotriz, un rubro industrial donde el vecino país es fuerte. Una fuente diplomática europea, que en los últimos días pudo hablar con la jefa negociadora del Viejo Continente, la italiana Sandra Gallina, transmite a Nuestras Voces las dificultades existentes en pos de alcanzar un consenso aperturista: “Argentina está dispuesto a todo con tal de firmar el acuerdo, pero eso ya no alcanza. En principio, el tablero político se modificó mucho acá. Por izquierda, o por derecha, ya sea con la llegada de Pedro Sánchez en España, o con la formación del gobierno de derecha en Italia, las distintas administraciones están optando por más proteccionismo. Sólo Alemania, entre los países fuertes, sigue apostando a que haya un final feliz con el Mercosur”.

El experto consultado, que prefiere conservar el anonimato para no enturbiar su rol en las tratativas desarrolladas en Bruselas, continúa compartiendo el mal clima reinante en las últimas mesas negociadoras: “Las indicaciones de origen son un escollo. Del enorme listado de 357 productos que Europa busca proteger con esa cláusula, la eurozona sólo está dispuesto a ceder diez ítems. Pero el Mercosur solicita que haya, al menos, 47 bienes que se retiren de esa lista. Otro tema, también vinculado al sector primario, pasa por la resistencia de Francia e Irlanda, por la presión interna de sus farmers, en desarmar su posición en carnes y granos. Ellos entienden que hay una competencia desleal con Sudamérica porque advierten que, del otro lado del Atlántico, la producción agrícola está rociada con glisofato y acá (por Europa) esos temas son muy sensibles en la opinión pública. Por eso Francia, y también Irlanda, están cada vez más reacios a llegar a un consenso”.

Bettina Muller coincide con el cuadro trazado. “Ya el año pasado, cuando el gobierno argentino fue anfitrión de la cumbre de la OMC, (Mauricio) Macri se mostró presuroso por anunciar que estaban a punto de finalizar bien las negociaciones con la Unión Europea. Esa ansiedad de Argentina por anticipar buenos resultados en la firma del TLC con Bruselas es una constante en cada ronda de negociación. Sin embargo, una y otra vez surgen los mismos encontronazos en el entendimiento comercial: agricultura, indicaciones geográficas, y autopartes. Mi lectura es que esa falta de consenso va a perdurar durante el resto del año por distintos motivos”, esgrime Muller.

En ese sentido, la analista de Transnational Institute enumera las siguientes posibles colisiones en el diálogo interbloque: “Primero, Brasil está inmerso en una agenda electoral y tanto en los grandes medios, como incluso en la plataforma de los principales partidos, no está bien visto la adhesión a un pacto de libre comercio de tal envergadura. Segundo, el gobierno francés es muy reacio a firmar porque el gobierno de (Emmanuel) Macron tiene en cuenta la movilización de sus agricultores contra la firma del tratado; lo mismo sucede en Irlanda, donde los productores rurales se muestran reacios al TLC. Tercero, tampoco existe consenso parlamentario, incluso en Argentina, para dar un visto bueno legislativo a dichas iniciativas. Un dato ilustrativo: el Congreso argentino aún no ratificó el TLC firmado con Chile el año pasado; por lo que sabemos, no hay voluntad de introducir ese debate durante el 2018 en la labor legislativa. Son temas ríspidos, que necesitan de consensos fuertes domésticos, y esa voluntad no se ve en ningún país”.

La política exterior comercial del gobierno argentino parece estar escrita con el tono tragicómico de la película Good Bye Lenin. En ese film, un personaje percibía erróneamente que su vida seguía transcurriendo en tiempos del socialismo real. El Palacio San Martín bulle de ideologismo aperturista en una era marcada por el regreso de fuertes posiciones arancelarias en los países centrales. Macri parecería no haberse noticiado que el ciclo de Barack Obama ha concluido. Un lapidario comentario escrito meses atrás en las redes sociales hoy sigue más vigente que nunca: “Macri se abrió al mundo, y el mundo le clavó el visto”.

A meses de jugar como local en la cumbre del G20, el diseño de la política comercial exterior argentino choca, una y otra vez, contra el mismo frontón. ¿Por qué tanto ahínco en la cruzada? Bettina Muller concluye: “En Argentina las grandes empresas que ya están funcionando de forma transnacional, y también los grandes productores agropecuarios, están interesados en suscribir el acuerdo con la Unión Europea, sobre todo los que producen carne, soja y maíz transgénico. Al revés, los sectores industriales vinculados a la fabricación de autopartes y a la metalmecánica perderían mucho con el tratado. Pero pese a todo, el gobierno de Macri está interesado en la firma porque fortalecería la imagen de la plaza argentina en el mercado exterior como un defensor irrestricto del libre comercio en un contexto de creciente protagonismo proteccionista. Eso, claro, es un verso superficial. Si lo rasgas un poco, se cae en mil pedazos ese mito porque está muy demostrado que los TLC’s suelen beneficiar a los actores estatales que se encuentran en un posición de influencia económica mayor en el mercado global. Un papel que Argentina está hoy lejos de cumplir”.

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