¿Era «hasta» que duela o «aunque» duela?

(Por Mariquita Torres*) Nos subrayaron con tinta indeleble que había que “unir hasta que duela”. Mirando a la distancia pasaron dos años del triunfo de aquella unidad que empezó doliendo, triunfo por el que muchos, miles, militamos con las mismas convicciones con las que enfrentamos en las calles cada segundo del neoliberalismo macrista.

Mariquita Torres

No quisiera creer que la “unidad hasta que duela” era solo un gancho electoralista. No lo creo. No pensando en quien nos convocó magistralmente a la unidad para vencer al peor gobierno desde que recuperamos la democracia en 1983.

Ya antes por no pocas razones y ahora en razón del acuerdo con el FMI -ya promulgado con fuerza de ley-, en el frente construido con unidad con dolor se abrió el debate que hacía dos años se imponía tanto como se obturaba desde dentro del kirchnerismo como desde los sectores alineados con el Presidente. Debate que no habilitan ambos sectores sino que se instala desde la militancia que, desconcertada y fuertemente dolida, busca en su seno y exige a sus dirigentes el camino a seguir sin abrir la puerta al retorno al poder político de una derecha que, con la falta de debate del FDT, se fortaleció en lo peor de sí misma.

Ya no hay lugar ni para silencios ni para enigmáticos ni para la obturación del debate que, de todos modos, ya no se puede silenciar: está rodando en voz alta y, al cabo, debate hubo siempre,solo que había que hacerlo casi susurrando. No sea cosa que…

La pregunta que nos hacemos muchos, aunque suene contrafáctica, es por qué desde el mismo momento en que se inauguró el Frente de Todos no se le dio la institucionalidad que muchos pregonaron y que incluso fue comprometido por Alberto Fernández. No dudo que con algún mecanismo de conducción colegiada mucho del dolor que hoy sufrimos hubiese sido más leve, más soportable o apenas se hubiese sentido.

Lo cierto es que a la luz de los silencios de ambos extremos del FDT, los gestos de las líneas medias y los off the record desde todos lados, la crisis que podría derivar en ruptura llegó al límite de lo soportable para el conjunto de una militancia que genuinamente reclama definiciones y entre la que mayoritariamente se clama sensatez, madurez y humildad. Las necesita para encontrar un atajo en ese camino hoy tan deteriorado mientras la derecha reasfalta entusiasmada la vía de regreso al gobierno.

Quizá no sea tarde porque nunca es tarde si la voluntad es buena, parafraseando un dicho popular. Lo que debe mostrarse férreamente es la voluntad de mudar aquello de “unidad hasta que duela” por “unidad aunque duela”, que no es lo mismo, como apuntó un compañero por estas horas. Claro, tampoco se puede ser tan ingenuo como para obviar que la cuerda está más que tensa, comenzó a deshilacharse y la zozobra es la expresión que se repite en el ágora en que se constituyó el campo nacional y popular en todas sus vertientes.

Ahora, a la luz de algunas decisiones y conductas en consecuencia, ¿todos coincidimos en que la unidad es la única garantía posible para no caer derrotados -y todo lo que ello significa- en 2023? La respuesta es obvia a la luz del declaracionismo bélico de uno y otro lado: No todos coinciden en que hay que trabajar arduamente la unidad, aunque también a la luz de lo que expresan no pocos en medios, redes sociales y en reuniones de militancia no son pocos los que apelan a la unidad pero con fuerte debate de cara al pueblo y fundamentalmente a la militancia que observa absorta.

Pero si coincidimos en que no hay que romper a pesar de las gestualidades de los más duros de uno y otro rincón ¿será finalmente posible darle al frente la institucionalidad que se impone desde su creación de tal modo de no repetir el me dijo, le dijo, le dije que ya nos enfrentó a la derrota del 2021?

Si el derrotero que se abre con la firma del acuerdo con el FMI, único posible para unos y desastroso para otros, es definitivamente el punto de inflexión que determinará la ruptura, se imponen algo más que gestos, silencios o eufemismos hacia la militancia y el conjunto del pueblo que votó esperanzado (hasta o aunque duela) tanto para derrotar al macrismo como para salir de la bancarrota en la que nos había dejado.

Así las cosas, está claro que en medio de este debate que ya nadie puede ni quiere contener, los hay rupturistas y los hay unionistas. Los primeros no dan señales de cómo se sigue si la decisión es romper. Entre los segundos se proponen salidas posibles a la interna desatada. Una de ellas es usar la legítima y legal herramienta que inauguró CFK en su gobierno: las PASO (más que necesarias para 2023 como lo fueron y sin embargo se obturaron en los principales distritos en 2021).

Insisto: el debate se desató desde todos los rincones. El documento “La unidad del campo popular en tiempos difíciles”, firmado por centenares de militantes; referentes políticos, sociales y sindicales; funcionarios; periodistas; intelectuales; artistas y ainda mais, afines a distintas corrientes dentro del FDT: kirchneristas, albertistas e incluso independientes de cualquier compartimento, disparó otras opiniones desde el centralismo porteño (tan unitario como, muchas veces, autoritario). El periodista Horacio Verbitzky eligió descalificar el llamado refiriendo que se trata de firmas de funcionarios albertistas, desconociendo que allí se estampan nombres innegablemente afectos al kirchnerismo. Pero de eso se trata: de debatir, coincidir, disentir, discutir, consensuar pero no dejar que este dolor (porque el FMI duele mismo) se lleve puesta la esperanza que nos propuso CFK aquel 18 de mayo de 2019, cuando muchos escuchamos atónitos su decisión de elegir a quien la había criticado duramente después de alejarse de su gobierno en 2008.

En Misiones también hubo debate entre la mayoría de las fuerzas que integran el FDT, con notorias ausencias como las de les diputades electos por esta fuerza tanto provinciales como nacionales. Del debate salió un documento que critica fuertemente el acuerdo con el FMI y promete resistir cualquier medida de ajuste que lacere al pueblo, pero en el que también se aboga por mantener la unidad. “Porque entendemos que es la única manera de fortalecer el FDT y reencauzarlo en su propósito primigenio, exigimos a nuestros representantes que se inaugure un tiempo de debates a la luz pública, con participación de todos los espacios que integramos el Frente, sin persecuciones, estigmatizaciones ni descalificaciones desde ninguno hacia ninguno. Debemos priorizar democráticamente la atención a las causas populares o la derecha nos llevará puestos con todo lo que ello implicará para las grandes mayorías”, se apunta en la manifestación de un amplio arco del FDT de Misiones. También los hubo quienes no se sumaron al documento, pero coincidieron en la necesidad de bregar por la unidad.

En definitiva, no nos rasguemos las vestiduras. Hágamonos cargo de la cuota de responsabilidad que tenemos todos en este presente que duele mucho más de lo que imaginábamos. Tiene que hacerse cargo Alberto Fernández  por tomar decisiones poco conducentes a la resolución de los dramas que vivimos día a día. Tiene que hacerse cargo Cristina Fernández de Kirchner, la dirigente más lúcida que recuerde la historia argentina en gran parte de toda su historia. CFK no solo instaló a Alberto Fernández como candidato a presidente sino que tuvo el mayor peso del poder en la coalición, tanto como para no esperar a ser convocada y exigir por derecho adquirido ser parte de las discusiones sobre las medidas de gobierno.

Parafraseando a Cristina, que nadie se haga los rulos. Desde el momento en que CFK nominó a Alberto sabíamos que no estaba nominando a Lula ni a Rafael, menos a Néstor. Pero había que unir para derrotar a la peor derecha que haya conocido la democracia argentina, la más cruel, la más entreguista, la más autoritaria. A partir de allí el desafío era hacer todos los esfuerzos por mantener el equilibrio entre los variopintos integrantes del frente que nacía y despertaba esperanzas. Y ese equilibrio exigía acuerdos firmes en el cómo y para qué gobernar. Haberse unido solo para derrotar al macrismo se parece mucho a la Alianza que derrotó al menemismo. ¿Dejaremos que la historia se repita como un calco patético que dejará a un pueblo nuevamente a la buena o la mala de Dios y a miles de voluntades militantes desencantadas y de brazos caídos?

“No duden en decírmelo cuando vean que me equivoco”, dijo Alberto Fernández apenas elegido presidente. Varias razones (pandemia incluida) silenciaron desde la militancia los reclamos por lo que no estaba haciendo bien, pero convengamos que, salvo CFK y sus cartas y algunos discursos, dentro del frente hay dirigentes que tampoco se esforzaron demasiado por exponer los límites que se estaban pasando. Siempre, claro está, en nombre de la unidad, pero… en fin, siempre hacia atrás lo que se tendría que haber hecho es contrafáctico, ya lo dijimos.

Ahora este presente, el FMI instalado en casa, los que creen que es el mal menor, los que estamos seguros que pudo haberse transitado otro sendero. Todos dolidos. Todos preocupados.

La pregunta del millón ¿y el futuro? En el corto plazo, el futuro tiene como horizonte visible el 2023 y la derecha lustrando zapatos. “Dijimos que íbamos a volver mejores pero todavía no lo logramos”, apuntó con honestidad bruta el senador formoseño José Mayans y lamentó dolido el humorista Dady Brieba.

Si Cristina eligió a Alberto es porque sabía que es un hombre del campo nacional y popular. Si Alberto acompañó a Néstor y aceptó el desafío de Cristina sabía quién lo estaba ungiendo. Bajo esas premisas la militancia salió a las calles en 2019 sin otro recurso que sus convicciones y lealtades.

Quizás sea tiempo de escuchar más al pueblo y menos a los medios, quizás se esté a tiempo de convocar a la militancia del FDT para escucharla de una buena vez y dejarla debatir en un gran encuentro nacional de la militancia, un encuentro donde los que hablemos seamos los militantes y los que escuchen sean los dirigentes, quizás allí se encuentren los caminos para que de esta crisis podamos salir fortalecidos en la razón por la que se aceptó la unidad hasta y aunque duela: el amor a la patria.

(*) María Itumelia Torres (Mariquita). Periodista y militante popular kirchnerista.

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