Ecuador vota el domingo, pero elige en abril

Por Beto Zeppa. Trece millones de ecuatorianos están convocados a las urnas este próximo domingo para elegir al sucesor de Lenin Moreno, pero un margen de indecisos que según las encuestadoras oscila entre un cuarto y un tercio del electorado ya ha puesto la mira en el 11 de abril, fecha establecida para un balotaje que según esos sondeos pondrá otra vez al correísmo en disputa directa con la derecha conservadora encarnada en el banquero Guillermo Lasso.

Este jueves vence el plazo para las campañas por la primera vuelta y el candidato elegido por el ex presidente Rafael Correa, Andrés Aráuz, apuesta a que la concentración en el icónico parque El Arbolito, en el centro de Quito, incline a su favor a buena parte de aquellos indecisos para llegar así al balotaje como primera fuerza en la cosecha de votos.

Las encuestas que mejores números le han augurado lo arriman al 30 por ciento, muy lejos de la mitad más uno de los votos necesaria para ganar en una sola consulta; la otra variante para evitar la segunda vuelta, el 40% con una diferencia de diez puntos sobre su competidor más cercano, también se vislumbra muy distante.

El espejo retrovisor ubica muy cerca a Lasso, “el eterno candidato”, el mismo que disputó el balotaje con Lenin Moreno en 2017 y lo perdió por exiguo margen, hasta tal punto que sus amenazas de impugnar el escrutinio recién se acallaron cuando el triunfador, pretendido continuador de la Revolución Ciudadana iniciada por Correa en 2007, se entregó a las demandas de la derecha conservadora y hasta emprendió una feroz persecución político-judicial contra su antecesor y todo aquel que se atreviera a sostener su ideario.

Aráuz, acompañado por Carlos Rabascall en una fórmula que se presenta como el “binomio de la esperanza” por el movimiento Unión por la Esperanza (UNES), ha prometido la entrega de mil dólares a un millón de familias de los sectores más castigados por una economía de neto corte neoliberal que encontró en la pandemia su cuello de botella anticipado.

Pero no es por esa promesa  por la que el dólar, la moneda oficial ecuatoriana desde 1999, concentra el foco de mayor atención en el electorado. Aráuz ha gastado valiosos tiempos de su campaña para desmentir una y cada vez las advertencias de sus rivales y detractores acerca de que un futuro gobierno presidido por él abandonará la divisa estadounidense como circulante.

Como en la Argentina del último año del siglo pasado, cuando la caída de la convertibilidad sonaba al infierno aunque ya se estuviera en él, todos en Ecuador se aferran a ese “verde” como la única brújula capaz de orientar el rumbo económico, y Aráuz no se atreve solo contra esa corriente: después de todo, el mismísimo Correa la siguió durante sus diez años de gobierno, a sabiendas incluso de que nunca tendría verdadera soberanía sin una moneda nacional.

El banquero Lasso apunta también ahí, en una estrategia que medularmente identifica al correísmo como sinónimo de la pérdida del rumbo y que se sintetiza en una fórmula también muy conocida en la Argentina: en caso de ganar Aráuz, Ecuador se convertirá en “la nueva Venezuela”.

Las encuestas le asignan al multimillonario candidato por la alianza CREO, principal accionista del Banco de Guayaquil entre muchas actividades financieras y empresariales, hasta un 26 por ciento de los votos, apenas por encima del porcentaje que alcanzó en su primera postulación presidencial, en 2013, cuando Correa reeligió en primera ronda con más del 57 por ciento de las preferencias.

Como tercero en disputa aparece el rebautizado Yaku Pérez, renegado del “Carlos” con que lo bautizaron sus padres en nombre de la causa indigenista que reivindica desde su Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik: los sondeos le auguran hasta un 13 por ciento de las intenciones de voto, número que ya le permite pensar en abril no como alternativa directa pero sí en papel de árbitro capaz de volcar la cancha hacia uno u otro lado.

Acérrimo enemigo de Correa, bajo cuyo gobierno fue procesado por sabotaje y terrorismo y hasta encarcelado por sus acciones contra el extractivismo minero, Pérez es, a esta altura, la peor pesadilla para Aráuz.

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